Un llamado a la unidad

Por: Pastora Dora Quirarte

La oración mensual de pastores está por cumplir una década y, a través de los años y las reuniones de cada primer sábado de mes, hemos construido lazos de amistad, de cariño y de aprecio en medio de las diferencias que existen en cada uno de nosotros. Dichos lazos son los que han quedado sellados en nuestra mente y corazón y los cuales nos animan a seguir luchando arduamente para que no se extingan.

Como latinos que somos, reunirnos en persona es primordial; sin embargo, en el 2020, la pandemia del Covid 19 hizo que la humanidad entera se replegara en sus casas, aislándonos de todo contacto físico con la familia y amigos; en las escuelas, negocios, hospitales, iglesias y en nuestra reunión mensual de oración de pastores. Por mi mente se infiltró la idea de que todo el esfuerzo por conservar la unidad pastoral había llegado su fin; pero qué equivocada estaba. Después de casi un año de no reunirnos en persona —y algunas veces en línea—, la reunión de oración dio un giro inesperado y poco a poco fuimos avanzando, al grado de tener una convivencia como hace mucho tiempo no la habíamos tenido, adorando juntos a Dios a través de la alabanza y la oración y compartiendo el pan con alegría y paz en nuestro corazón.

Milagrosamente, el anhelo por mantener este afluente de unidad seguía vivo y el deseo de afecto, cariño y respeto entre pastores seguía intacto, a pesar de los estragos causados por el virus. Creo firmemente que el amor de Dios y la unidad del cuerpo de Cristo pudieron mas que cualquier otra circunstancia adversa y eso logró que la reunión mensual de oración pastoral no muriera.

Querido consiervo ¡anímate! No todo se ha acabado. Recuerda lo que dice 1 de Corintios 13:13 «y ahora permanece la fe, la esperanza y el amor, pero el mayor de ellos es el amor».

Te invito a que sigamos unánimes y en un mismo sentir, deseando el bienestar de nuestro hermano en Cristo y colega en el ministerio; anhelando la unidad pastoral y apoyando esta reunión que ha sido para muchos, me incluyo, un bálsamo de paz y tranquilidad en medio de la tempestad y un lugar donde los lazos de amistad comienzan a entrelazarse.

Amados hermanos de milicia, edifiquemos juntos en hermandad y unidad como nuestro Padre Celestial nos lo ha dicho, llevándonos  de gloria en gloria y de triunfo en triunfo.

«Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6)

Con amor: Dora Quirarte

La historia de un amor

Por: Pastora Dora Quirarte
Programa: Tiempo de Alegría

En Cantares 8:7, el poeta escribió: «Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos…; y en 1 Corintios 13:4-8, el apóstol mencionó: «el amor todo lo puede, todo lo cree, todo lo perdona, no guarda rencor, es sufrido…»; y lo que me asombra de estos dos pasajes es la forma tan poética y romántica con que se redactó; pero difícil de llevar a cabo cuando escasea el dinero, la comida, la ropa y te visita la enfermedad. 

Dwight L. Moody, en una de sus anécdotas más famosas,dijo: «La fe hace que todo sea posible, pero el amor hace todas las cosas fáciles». Cuánta verdad se encuentra en esta última frase porque ciertamente, si no estamos dispuestos a darnos el uno para el otro, no se puede sobrevivir. El amor verdadero no está basado en los sentimientos, sino en la decisión de amar a alguien de forma incondicional. Pero, ¿lo podemos lograr? 

Permíteme relatarte mi historia de amor. No tiene nada que ver con lo que vemos en las  películas románticas o en los cuentos de hadas, sino con el amor real que sobrevive a través del tiempo; en momentos de enfermedad, escasez, soledad y abandono.

El 7 de julio de 1990 conocí a mi esposo Jorge Quirarte. Recuerdo que su tía me llamó para decirme que invitara a su sobrino [Jorge] a la Iglesia, y así mismo lo hice. Desde ese momento nos convertimos en muy buenos amigos. Juntos íbamos a los estudios, donde él tocaba la guitarra y yo daba el tema bíblico. Nuestra amistad se tornó en un noviazgo que duró seis meses y luego nos casamos, el 4 de Otubre de 19992, con la ilusión de que teníamos el mundo ante nuestros pies y que todo sería de color de rosa. A los cuatros meses de casados, nos dimos cuenta que estábamos esperando nuestro primer hijo y nos pusimos muy felices. Rápido, comenzamos a pensar qué nombre le pondríamos y decidimos llamarle Jonathan David. A los siete meses de embarazo, decidimos irnos a radicar a Eagle Pass, Texas, donde vivimos tiempos difíciles, pues mi esposo tenía prohibido trabajar en un periodo de un año porque estaba arreglando su situación migratoria. Hubo meses que no había cómo pagar nuestra renta, ni poner un plato en nuestra mesa, pero por la misericordia de Dios, que nunca nos desampara, puso gente linda y bondadosa que nos llevó alimento y dinero en el preciso momento de nuestra necesidad. 

Nuestro hijo nació el 15 de Octubre de 1993; hermoso, robusto y muy saludable y la felicidad nos salía hasta por los poros; pero esta felicidad que rebosaba en nuestros corazones, después de siete meses se vió empañada, porque mi salud empezó a deteriorarse y empeoraba, causada por una enfermedad que solo la padecen las personas de avanzada edad. El doctor le dijo a mi esposo que esperara lo peor. Una pastora-profeta llegó a la casa y le dijo a mi esposo que yo no moriría y que era un ataque del diablo. El doctor tomó la decisión de ser intervenida quirúrgicamente; y sí, tuve dos cirugías en un plazo de una semana, y gracias a Dios todo salió muy bien; pudimos ver la mano de Dios poderosamente.

Al regresar a la casa, después de estar un buen tiempo en el hospital, le pedí a mi esposo que pusiera la cuna en nuestra recámara y a un lado de la cama para tener a mi hijo cerca de mí. Recuerdo que metía mi mano en uno de los barrotes de la cuna y le tomaba su manita y me sonreía. Durante todo ese tiempo de enfermedad, mi esposo, mi mejor amigo, el amor de mi vida, estuvo conmigo. No sólo cuidó de mí, sino también a nuestro hijo y se encargó del hogar, ya que estuve casi un año en recuperación. Doy gracias a Dios por la vida de mi esposo Jorge; y le doy GLORIA Y ALABANZA a PAPÁ DIOS por dejarme con vida, tal como lo había dicho la pastora-profeta.  

Al pasar el tiempo —tres años, para ser exactos—, decidimos mudarnos de Texas a Rochester, Minnesota, buscando  un mejor futuro, ya que donde vivíamos escaseaba el trabajo. No fue nada fácil. Jorge tuvo que viajar solo a esa ciudad para buscar un mejor futuro para nosotros. Recuerdo que el día de su partida, después de unos 30 minutos que nos habíamos despedido de él en la central de autobuses, Jorge casi estuvo a punto de detener el camión y bajarse; pero una voz interior [Dios] lo detuvo de hacerlo. Y así partió a lo desconocido, con la esperanza depositada en lo que la voz le había dicho: «hay planes para ustedes a donde te llevo». Después de dos meses de estar separados, Jorge por fin se había establecido en un trabajo y ya había rentado un departamento, así es que mi hijo y yo viajamos a Rochester también. A los cuatro meses de mi llegada, vino a nuestro apartamento una profeta y nos dijo que Dios tenía planes aquí en este estado y que no deberíamos irnos; que Él usaría nuestras vidas. Mi esposo recordó aquellas palabras que la voz le había dicho en la central camionera y confirmó que había sido Dios hablando. Desde entonces hemos vivido en esta ciudad minnesotana. Aquí nacieron nuestros hijos: Joshua Daniel y Jeremiah Dominic, los cuales vinieron a completar la familia Quirarte.  

Como ya te mencioné al principio de este escrito, el matrimonio no solo son besos, abrazos y apapachos; va mucho más allá, y uno debe estar listo para salir victorioso de los momentos difíciles, como el que a continuación te platico:

Ya en el pastorado nos sobrevino una crisis ministerial que terminó sumergiendo a mi esposo en una depresión —eso fue en el 2017— que le duró meses. No tenía deseos de nada. No comía; duraba días sin bañarse; tenía episodios de mucha tristeza; lloraba. Yo me la pasaba orando, clamando, rogando a Dios para que sacara a mi esposo de esa depresión tan severa. Un día, ya desesperada y sin saber qué hacer ni a quién acudir y a punto de tirar la toalla, el Espíritu Santo me llevó a ayunar.  Una mañana, después de varios días de estar en ayuno, Dios me dio una palabra para mi esposo que está en Isaías 60:1:«Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti». Cuando le compartí a Jorge este versículo, se levantó de la cama como un resorte y se fue directo a bañarse, ponerse su mejor traje y prepararse para bajar al sótano a comenzar nuestros servicios dominicales. Dios había hecho un milagro en mi esposo esa mañana. Él había escuchado mis ruegos. Sí, Él escuchó mi oración.

Hemos estado juntos casi tres décadas y puedo decir que soy muy feliz de despertar cada mañana con mi mejor amigo, el amor de mi vida. No ha sido fácil, pero el amor nos ha consolidado como matrimonio, y siento que nuestro amor se ha intensificado porque ha madurado a través de lágrimas y golpes que la vida nos presentó.

La palabra de Cantares capítulo 8:7 se hizo realidad en nuestro matrimonio, porque nada pudo apagar nuestro amor, ni hubo ríos que lo ahogaran; y si no hubiera sido por Dios, que puso entre nosotros ese amor que todo lo espera, todo lo cree, todo lo soporta y todo lo perdona, no sé qué hubiera sido de nosotros. Como dijera el profeta en 1 Samuel 7:12: «…HASTA AQUÍ NOS AYUDÓ JEHOVÁ».

Querido lector, quiero concluir diciéndote que si tú no estás bien agarrado de Dios, y dispuesto a amar verdaderamente a tú cónyuge, te aseguro que vas a claudicar en medio de los problemas que como matrimonio enfrenten. Así es que te invito a que te aferres a Dios y te tomes de la mano de tu cónyuge y recuerdes el voto que un día hiciste en el altar —como yo—, prometiendo estar juntos en la abundancia y en la escasez, en la pobreza y en la riqueza, en la salud y en la enfermedad, y decidan salir de esta y otras dificultades que les ponga la vida.

En medio de la adversidad


«No le creas al doctor que tienes cáncer. Tú tienes una palabra de parte de Dios y no te vas a morir»

Palabras de Dora a su esposo después de que el especialista les dijo que había sido diagnosticado con cáncer

Por: Pastora Dora Quirarte

¿Alguna vez has experimentado el golpe fulminante de un diagnóstico sorpresivo o devastador? Quizás sí. Personalmente, pasé por algo así.

El 28 de junio de este año mi esposo fue diagnosticado con cáncer de colon y el especialista nos explicaba que los síntomas de esta enfermedad no eran nada fácil de sobrellevar. Algo dentro de mí se quebró; mi alma desfallecía de dolor al solo pensar que mi esposo, mi mejor amigo y mi todo ya no estaría conmigo para seguir compartiendo esos momentos hermosos, mágicos y únicos que solo él y yo solemos tener.

La primera semana del tratamiento fue muy dolorosa —más para mí—. Mi esposo se retorcía de dolor y en ocasiones —no exagero—, daba unos gritos que nuestro vecino podía escucharlos, pues el medicamento que le aplicaba le quemaba todo por dentro a causa de las llagas que tenía. Cuando por fin se quedaba profundamente dormido, yo me iba a la sala y comenzaba a orar a Dios expresándole mi dolor, mi tristeza y mis miedos; sí, mis miedos porque el solo haber escuchado la palabra «cáncer» me hacía pensar en lo impensable: la muerte; y en lo que sería de mí, a dónde iría o dónde viviría si mi esposo llegaba a fallecer.

Recordé lo que dice Cantar de los Cantares en el capítulo 5:2: «yo dormía, pero mi corazón velaba», porque eso mismo me sucedía; aunque podía dormir, mi corazón vivía angustiado al pensar que cada día que pasaba era un día menos que le restaba de vida a mi esposo. 

Confieso que mis pensamientos me golpearon, me hirieron; pero en mi angustia «clamé a Dios y Él oyó mi voz». (Salmos 18:6) Sí, Dios comenzó a fortalecerme y a recordarme Sus promesas; pero, sobre todo, a confiar y esperar un milagro por parte de Él. Y en esa  búsqueda que solemos tener en la madrugada de oración mi esposo y yo, derramamos nuestra alma más que nunca; sí, desesperados por una respuesta de sanidad; buscando que Dios escuchara nuestra oración; con desesperación; con el espíritu quebrantado y diciéndole al SEÑOR: «¡responde que mí espíritu se apaga!» Y podíamos escuchar de parte Dios que nos susurraba a nuestro oídos: «Sean fuerte y  esperen en mí».

Un día antes de la cirugía mi esposo me dijo: – «amá, ¡te amo! Y pase lo que pase siempre te amare». Yo inmediatamente le dije: «apá, no digas eso. Todo saldrá bien y podremos volver a caminar a nuestro parque favorito y luego terminar cenando en nuestro restaurante preferido». Me sonrió, le di un beso y nos dijimos lo mucho que nos amábamos. 

Llegó el día de la cirugía —agosto 13 a la 1:15 pm—. Mi corazón empezó a palpitar cuando vi llegar a la enfermera y al anestesiólogo para llevarlo al quirófano.  Se me vino a la mente el Salmo 91, que dice: «Los que viven al amparo del Altísimo encontrarán descanso a la sombra del TODOPODEROSO», y me refugié en Dios. Había pasado menos de una hora cuando la enfermera entró a la habitación con una sonrisa de oreja a oreja diciendo: -«¡fué un éxito! ¡No encontramos cáncer! Su colon está perfectamente limpio».

Definitivamente Dios sanó a mi esposo. Aunque el doctor nos dio su explicación del por qué el colon de mi esposo estaba limpio, nosotros sabíamos que Dios había obrado un milagro. 

Él escuchó mi clamor. Sí, Él inclinó su oído y escuchó, no solo mis súplicas y ruegos, sino el clamor de todos los que intercedieron por la salud de mi esposo. 

Dejame decirte que en este periodo de dolor profundo Dios probó mi fe —en ocasiones incomprensible—, para llevarme a un crecimiento espiritual y comprender su propósito divino en mi persona y en la de mi esposo.

En la vida hay momentos buenos y malos. Experiencias fuertes que nos paralizan emocionalmente y a veces no sabemos cómo actuar, ni qué hacer, ni qué decir; pero aún así Dios está contigo, conmigo, con nosotros, manifestando su gran amor sin medida.

Así que, querido lector, no te rindas ante la adversidad, porque el éxito en la vida no se mide por lo que logramos, sino por los obstáculos que superemos. Apóyate en los que te aman. Necesitamos de nuestra familia, de los hermanos de la fe, de nuestros consiervos, de nuestros amigos, de nuestros vecinos y, sobre todo, de nuestro cónyuge, para sobrellevar el proceso, llámese como se llame.

Recuerda, ¡Dios escucha nuestra oración!

Dios pelea por nosotros

Por: Pastora Dora Quirarte

En el libro de Éxodo14:14 dice: «Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos».

Este versículo me hizo recordar la historia del rey Josafat. Él estaba rodeado por los ejércitos de Siria, Moab y Amón y pensó no poder seguir adelante; entró en temor, pero humilló su rostro y estuvo tranquilo confiando que Jehová pelearía por él. (2 de Crónicas 20)

La vida cristiana está llena de batallas; unas que se ganan y otras que se pierden. Las que se ganan son las que descansamos en Dios y dejamos que él pelee por nosotros.

Hace tres semanas tuve una experiencia que me confirmó que Dios pelea por nosotros cuando dejamos que Él lo haga.

Era un lunes por la mañana, a eso de las 9:40, fui a comprar algunas cosas que me faltaban para la cena, pero primero pasé a la cafetería que había allí mismo en la tienda. Le pregunté a la señorita si tenía un pan que tuviera chocolate; me respondió con una mueca indicando que mirara hacia la ventanilla de vidrio que era donde tenía los diferentes tipos de pan y de sabores. Me hizo otra mueca y me indicó que yo misma lo encontrara. Le dije que me era difícil alcanzarlo y le volví a pedir de favor que me ayudara. Se molestó y golpeó el mostrador con la palma de su mano. Percatándome de su mala actitud, la miro y le digo: «Gracias», y me retiré para hacer mis compras. Cuando iba rumbo a la registradora escuché unos gritos de un hombre de la tercera edad dirigidos precisamente a la señorita de la cafetería. El gerente se percató de la situación y preguntó: – «¿todo bien?» y el anciano respondió: – «¡Nada bien! Esta señorita me ha dado un mal servicio». El hombre comenzó a  tirar los artículos que tenía con él y que aún no había pagado y salió de la tienda muy enojado. El gerente se dirigió hacia la señorita y le llamó la atención de una manera muy severa. Yo iba a acercarme para contarle que a mí también me había tratado mal, pero una voz dentro de mí me  dijo: «ya estoy peleando por tí». Me di la vuelta; salí de la tienda; miré al cielo y dije: «¡Gracias Dios!». Cuando iba manejando rumbo a la casa pensé en lo maravilloso que es cuando dejas que Dios pelee por ti.

Se cuenta que un Duque de Sajonia declaró la guerra a un obispo alemán. En aquel tiempo los obispos tenían recursos militares, así como nobleza secular; pero este era un buen obispo —uno de los pocos buenos en aquellos malos tiempos—.

El duque envió un espía al palacio del obispo para informarse de las fuerzas que este movilizaría en su contra.

Cuando regresó, el espía fue ansiosamente interrogado por el duque. –«Pues, señor», respondió el hombre, «el obispo no está haciendo ninguna preparación para la guerra», agregó. –«¿Cómo es posible?» Replicó el duque. «¿Qué ha dicho?».

«Su tarea es alimentar su rebaño, predicar la palabra de Dios, visitar a los enfermos y que en cuanto a la guerra, se la encomienda al DIOS TODOPODEROSO porque “Jehová de los ejércitos” es más entendido en guerras que él», contestó el espía. –«Si es así», declaró el duque reflexivamente, «no voy a meterme en una guerra con este hombre porque es demasiado peligroso».

Cuántas veces nosotros pensamos como el duque olvidándonos muchas de las veces que Dios es quien pelea por nosotros. Nos estresamos y desesperamos pensando cómo venceremos; cuál será la mejor forma de hacerle frente al enemigo sin importar el nombre que este tenga: llámese deuda, problemas familiares, falta de trabajo, problemas migratorios, problemas legales, enfermedad, etc. Debemos permanecer quietos y confiar que Dios peleará por tí; por mí; por nosotros.

Amado lector, sé que vivimos en un mundo quebrantado. La vida puede ser dura y a veces cruel. Cada día nos enfrentamos con batallas tanto en lo físico, como en lo espiritual. La pregunta es: ¿Cómo nos defenderemos? Bueno, recordando la palabra de Dios a través de predicaciones, estudios bíblicos, devocionales y sobre todo oración.

Recuerda que Dios está con nosotros y nunca estaremos solos, aunque las cosas salgan mal, Dios lo puede transformar en algo bueno.

Así que seamos fuertes y valientes sin importar qué tan grande sea el enemigo que se ha levantado contra nosotros.  Permanezcamos quietos que Jehová peleará por nosotros. ¡AMÉN! ¡ALELUYA! 

‘ME SALIÓ EL TIRO POR LA CULATA’

Por: Pastora Dora Quirarte

¿Alguna vez has escuchado el dicho: «me salió el tiro por la culata»? 

Seguramente sabrás que esta frase significa que algo no ha salido como esperabas; es decir, que has hecho algo esperando un resultado y resultó todo lo contrario.

En mi caso, te contaré dos experiencias donde «me salió el tiro por la culata».

La primera —la recuerdo como si fuera ayer—, fue que me quise burlar del pastor de la iglesia donde me congregaba. Un grupo de adultos y jóvenes de la congregación se estaban preparando para ser bautizados. Al enterarme, yo también quise bautizarme. Fui con el Pastor y me dijo que tenía que cumplir algunos requisitos, tales como: mi manera de vestir, etc., así como tomar algunas clases para comprender el propósito del bautismo. Acepté y entré al grupo de los que serían bautizados. Al despedirme del pastor, inmediatamente comencé a pensar y a reírme porque, según yo, había logrado engañarlo haciéndole creer que iba a cumplir con los requisitos. Llegó el día esperado de los bautismos. El Pastor nos da las últimas recomendaciones. Hicimos una línea esperando el turno para ser bautizados. Cuando por fin me tocó entrar al río para ser bautizada, el Pastor me sumergió en las aguas y al emerger sucedió algo que yo no me esperaba: empecé a hablar en lenguas. Yo no sabía qué estaba pasando conmigo; todo mi cuerpo temblaba y estaba asustada y confundida. Puedo decirte que desde ese día mi vida no volvió a ser la misma. Comencé a leer la Biblia; mi manera de vestir cambió; empecé a orar; hablar en otras lenguas; tener sueños reveladores; compasión y sobre todo amor por la gente.

En pocas palabras, el plan que yo tenía en mi mente no resultó como lo esperaba, sino todo lo contrario. Me había salido el tiro por la culata.

‘Me salió el tiro por la culata’ apunta su origen al siglo XV cuando las armas  empezaron a utilizarse en los campos de batalla. Estas se cargaban con mucha pólvora lo que provocaba que la combustión fuera mayor a la esperada rompiendo así el cañón y dando de lleno al tirador que hacía el disparo con la parte trasera del fusil (culata). 

La segunda anécdota se remonta a mi tiempo como presidenta de los jóvenes. En ese entonces hubo una joven que no estaba muy contenta de que yo hubiera sido elegida como la líder; así es que ella comenzó a planear cómo sacarme del cargo y para eso recolectó firmas suficientes para lograr su cometido. En una reunión la joven comenzó a leer la lista de los nombres de los que habían firmado y terminó diciendo: «Dorita, no queremos que sigas como presidenta». En eso estaba cuando de repente tocaron a la puerta y apareció en escena otra joven que dijo que Dios había sido el que «me había elegido [a mí], y no el hombre, para estar como presidenta de jóvenes». Entonces pasó algo inesperado; la consejera de los jóvenes determinó que esta joven no continuaría ejerciendo su cargo. ¡Woooooow! Le había salido el tiro por la culata. 

Esta anécdota me recordó al jefe de gobierno del rey Asuero, Amán —que se encuentra en el libro de Ester—, quien planeó cómo ahorcar a Mardoqueo y terminó él siendo el ahorcado. (Ester caps. 3-5)

Amado lector, estas dos anécdotas que narré, me enseñaron que cuando nos gana el enojo, el coraje, la envidia, los celos, o cualquier otra emoción o sentimiento, las decisiones que tomemos serán equivocadas y lo único que lograrán es que nos salga el tiro por la culata. 

Te invito a ti querido lector —y yo me incluyo—, a que meditemos siempre, que pensemos en no tramar o hacer algo malo para alguien; porque no vaya a ser que nos salga el tiro por la culata. Mas bien, busquemos a Dios en oración y leamos su palabra para ser guiados por Él; para saber Su perfecta voluntad en nuestras vidas.

Tiempo de Alegría.

¡Cuánto Dios me ama!

Por: Pastora Dora Quirarte

En el libro de Salmos 139: 1-7 y 13, nos dice: «Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender. ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre».

Este Salmo cautivó mi espíritu de una manera especial porque describe a un Dios que es omnipresente y omnisciente —que está en todas partes y que conoce todo de nosotros—. 

Recuerdo como si fuera ayer una experiencia que marcó mi vida. Era un sábado por la tarde que me dirigía en mi auto a una actividad juvenil de la iglesia a la que pertenecía; mientras esperaba el cambio de luz del semáforo, se me acercó un joven bien vestido y me dio una rosa roja y me dijo: «Tú eres la rosa de Sarón».

Mi mente voló y comprendí que la presencia de Dios ha sido suficiente en los momentos de muchos obstáculos y espinos cubriéndome con su amor, dándome fuerza para seguir adelante y llenándome de Su gozo como dice en el salmos 16:11 «En tu presencia hay plenitud de gozo».

Después de un año de esa experiencia tuve un sueño. Vi a Dios con una túnica blanca sentado en una silla y yo estaba parada detrás de Él. Yo veía que hacía algo con sus manos y de pronto se puso de pie, se volteó y me dio una rosa roja y me dijo: «tú eres la rosa de sarón». Al despertarme del sueño pude descubrir que Dios ha estado conmigo y se ha dedicado a examinarme, a conocerme y a estudiar mis épocas de mi luchas y de descanso; pero más allá de lo que acabo de escribir, saber que Él desea estar conmigo y entenderme, así tan compleja como soy, y que Él quiere hacer algo de mí, sacude mi corazón de una manera exorbitante.

El amor de Dios sobrepasa todo entendimiento. El amor de Dios es inmenso, no tiene límite, es extraordinario, que extiende a todo conocimiento para que seamos llenos de toda la plenitud de Dios; es decir, el amor de Dios es eterno. Él nos ama por individual, Su amor es irresistible, es único y nada ni nadie lo ha igualado en la manera en la que Él lo ha hecho.(Efesios 3:18-19)

¡CUÁNTO DIOS ME AMA!

Recuerdo en mis años de juventud que tuve una consejera quien fungía como pastora y directora de una de las universidades de Piedras Negras, Coahuila, en México, la cual me regaló un cassette que solo contenía una canción titulada «Mi Padre amante cuidará de mí». Este canto hizo un efecto en mí y comenzó a sucederle en mi interior algo de tal manera que ese vacío desapareció y empecé a sentir el amor de Dios, su presencia y a tomar mías todas esas palabras de esa canción. El amor de Dios y Su presencia fue suficiente para llenar el vacío de mi alma.

¿Por qué lo mencionó? porque hubo un tiempo muy difícil en mi juventud donde nada me hacía feliz, ni tenía paz; era un vacío que invadía mi ser; y aunque participaba en campamentos juveniles, cantaba en el coro, asistía a retiros, veladas de oración, etcétera, aún estaba ese vacío en mi interior.

Nunca se me ha olvidado que esa canción la llegué a escuchar tantas veces que terminé comprando tres copias de la misma.

Mi papá Dios me ha permitido disfrutar tantas bendiciones en mi largo caminar con Él. Por ejemplo: he probado el beso de un esposo maravilloso; he sentido la caricia tierna de mis hijos; he gozado el amor de mis nietos; he tenido el amor de mi nuera sin medida; he disfrutado el cariño de mis hermanos biológicos; he disfrutado la verdadera amistad; he tenido el consejo y la corrección de unos padres dedicados en mi crianza; he tenido el placer de tener un excelente mentor que lo da todo; he tenido el privilegio de recibir honores por mi buen aprovechamiento en la escuela dominical; he experimentado el dar todo por un ministerio; he visto el amor verdadero de un pueblo que ama a Dios; pero, NADA se compara con la experiencia que tuve del AMOR DE DIOS y sentir Su PRESENCIA en los momentos adversos a lo largo de mi vida y continúa cautivando mi alma.

A Dios no le asusta ni le toma por sorpresa tu manera de vivir tu vida. Dios no viene para juzgarnos, sino que viene a enseñarnos y nos guía por el camino correcto. Si estamos caídos, Él viene y nos levanta y nos sostiene. Si nos hemos apartado de Su camino, Dios nos busca y sana nuestras heridas; y si estamos confundidos, Él aclara nuestra mente.

Lo lindo de Dios es que él decide sentarse a nuestro lado para conocernos y examinarnos sin importar de qué color pinta nuestra vida; simplemente Él nos ama y su presencia en nosotros nos dice: «estoy aquí contigo».

DIOS NUNCA TE DEJA DE AMAR

Me pasó un suceso increíble —¡cómo olvidarlo!—. En una ocasión una de mis hermanas llevó a casa a varias jóvenes de la iglesia. Para ese entonces yo aún no había tenido un encuentro personal con Cristo. Recuerdo que una de las jóvenes se acercó y me dijo: «Dorita, Dios te ama y yo también». Me dio una paleta de dulce y se marchó. Esa frase y esa acción me dejaron sin palabras y por primera vez comenzaron a salir lágrimas de mis ojos al saber que Dios me amaba y alguién más. Al pasar el tiempo, esta misma joven me dijo: «un día te voy a ver predicar en un gran congreso para mujeres».

Amado lector, ¡DIOS TE AMA como nadie te ha amado! y quizás no hay manera de entenderlo, pero es así. ¡EL NOS AMA! y nuestro futuro está en sus manos y en los momentos más difíciles de nuestro caminar en este mundo. Su presencia está con nosotros dándonos paz y abrazándonos con sus brazos de amor.

Dios tiene la intención de estar contigo, de conocerte, de examinar todo lo tuyo, todos tus pensamientos, entender todo lo que tú piensas y conocer tu camino. Él quiere que tú sepas que está detrás y delante de ti y te rodea con su amor y su presencia.
Querido lector, ¡cuánto Dios te ama! Déjate amar para experimentar su amor infinito. Aunque queramos huir de su presencia, Él está aquí porque él nos ama,  nos formó y nos hizo en el vientre de nuestra madre. (Salmos 139:13)

¡Papá!, nunca es tarde

Por: Pastora Dora Quirarte

Hay dos pasajes en la Biblia que me cautivan porque van dirigidos precisamente a los que somos padres. Uno de ellos se encuentra en Efesios 6:4 que dice: «Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor». El otro está en Colosenses 3:21, y dice: «Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten».

A la edad de nueve años tuve el privilegio de cuidar y atender a mi padre. A esa edad ya cocinaba su platillo favorito, lavaba sus camisas y las planchaba con almidón, preparaba su limonada y su jugo de naranja —todo hecho natural—, etc. Como mi padre era estricto, si no le gustaba cómo había hecho mis responsabilidades, me llamaba la atención y me daba una «cátedra» que muchas veces hizo exasperarme y subir mi furor, y confieso que en muchas ocasiones me sentí desalentada por su actitud.

La verdad es que la paternidad es una enorme responsabilidad y aprendemos durante la marcha. Gracias a Dios que la Biblia nos muestra cómo debemos ser padres; por ejemplo, en el pasaje que cité anteriormente [Efesios 6:4], el apóstol Pablo da unas instrucciones específicas a los padres.

Sin embargo, hay errores en la crianza de los hijos que producen la misma reacción dolorosa en ellos, por ejemplo: 

1.- La falta de un buen ejemplo

2.- La autoridad tipo «soldado»

3.- Exceso de sobreprotección o de guía

4.- Papás permisivos

En lo personal, crecí con la autoridad tipo “soldado” y, aunque esa fue la manera en que mi padre mostraba su amor hacia mí, muchas veces me exasperó.

¿Cómo podemos despertar la ira y la frustración en nuestros hijos? De muchas maneras. Por ejemplo: recuerdo que una vez le hice de comer a mi padre y a él le pareció que la comida no tenía sabor; molesto me dice: – «Mi Doris, no me gusto». Mi madre, desde su recamara le dijo: –«Juan, la niña hace lo que puede».

Siguiendo lo que dice el apóstol, la advertencia de no provocar a nuestros hijos a la exasperación se aplica a los niños y jóvenes de todas las edades. Tan importante es esto que lo menciona antes de dar cualquier exhortación positiva con el fin que los padres e hijos puedan convivir de una manera armoniosa.

¡PAPÁ!, NUNCA ES TARDE

La Biblia, que posee todo el consejo de Dios, da una clara dirección en cómo tener una relación de autoridad armoniosa entre ambos. Hay dos mandatos específicos para que haya respeto mutuo: «Hijos, obedezcan», y «Padres, no provoquen a ira»

El hijo, cuando honra a sus padres, recibe una recompensa y es «para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra». (Efesios 6:3)

Cuando vivía con mis padres un día llegó a nuestra casa un pastor de Nuevo Laredo, México, para compartir la palabra de Dios. Durante la charla, el pastor le preguntó a mi papá si deseaba hacer la oración de arrepentimiento y dejar que Cristo entrara a su corazón y mi padre dijo que sí. Recuerdo muy bien que desde ese día mi papá fue otro; me pidió perdón con un abrazo —y yo igual—; lloramos; nos dijimos que nos amábamos; dejó de ser autoritario y compartimos la mesa muchas veces con una sabrosa cena que yo misma preparaba. A las semanas de esa visita pastoral Dios lo llamó a su presencia.

Años después me casé con mi mejor amigo, un buen hombre que ama a Dios y tiene una gran pasión por servirle a Él. Tuvimos tres hijos maravillosos y ahora gozamos de ser abuelos de dos hermosos nietos. Ser madre me enseñó a comprender a mi padre y a darme cuenta de su amor hacia mí.

Sé que como mamá he tenido muchas fallas y he cometido errores durante la crianza de mis hijos y ahora puedo decir que mi padre no era perfecto pero sí fue un papá que de muchas maneras trataba decirme que todo lo que hacía era por mi bien. 

Necesitamos orar pidiendo que nuestro Padre celestial derrame Su gracia sobre nuestros hijos para que crean en Dios y puedan ser obedientes; y, a nosotros como padres, podamos ayudarlos a proyectar su fe y así extender el reino de Dios teniendo una descendencia que proclame a Cristo Jesús.

Si eres un papá y crees que en ocasiones has exasperado a tus hijos, HOY es el tiempo de pedir perdón. Y ustedes hijos, si creen que han sido irrespetuosos con su padres a la hora de que ellos los corrigen por amor, también HOY es el tiempo de pedir perdón.

¡HOY es el tiempo de la reconciliación!

La grandeza de la mujer

Por: Pastora Dora Quirarte

En el primer capítulo del libro de Rut se narra la historia de una mujer llamada Noemí. Cuando el marido y los dos hijos de Noemí murieron, esta le dijo a sus nueras: «Andad, volveos cada una a la casa de su madre; Jehová haga con vosotras misericordia, como lo habéis hecho con los muertos y conmigo». La Biblia dice que una de sus nueras, Orfa, besó a su suegra y se marchó, mas Rut, la otra nuera, se quedó con ella.

Y entonces Rut le dice a Noemí la frase que aún resuena miles de años después: «No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos». (Rut 1:16-17)

¡Qué valentía! ¡Qué fuerza! ¡Qué mujer! Decidida a todo.

La historia de Rut me ha llevado a pensar en todas las mujeres que han impactado al mundo y han marcado una diferencia. 

El novelista y poeta británico, William Golding, quien fuera galardonado con el premio Nobel de literatura en 1983, decía que «cualquier cosa que des a una mujer, ella lo hará mejor. Si le das esperma, te dará un hijo. Si le das una casa, te dará un hogar. Si le das alimentos, te dará una comida. Si le das una sonrisa, te dará su corazón. Engrandece y multiplica cualquier cosa que le des».

Golding me hizo recordar a la madre del inventor Thomas Alva Edison, Nancy Elliot, quien fue clave en la formación del joven Edison el cual terminó dándole al mundo más de 1,300 inventos.

También, recordé la historia de la misionera Lillian Trasher quien 10 días antes de contraer nupcias con Tom Jordan, rompió el compromiso. La razón fue porque ella tenía un llamado para ir a predicar a África, pero él no; y dejó al amor de su vida por servir a Dios y llevar el evangelio hasta ese continente.

Y por último, mi madre Manuela Kabazaki. Esta gran mujer me enseñó dos cosas que quedaron selladas en mi corazón: «no hagas a otros lo que a ti no te gusta que te hagan» y «si no tienes nada bueno que decir, no digas nada».

Y podría ponerme a escribir y escribir de todo lo que mi madre me enseñó pero no terminaría nunca. Lo que sí te puedo decir de ella es que me enseñó hasta el último día de su vida —aún postrada en cama— y que gracias a su perseverancia en mí soy lo que soy hoy en día.

El libro de Proverbios capítulo 31 no se equivocó al elogiar a la mujer al llamarla «MUJER VIRTUOSA ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas. Le da ella bien y no mal. Todos los días de su vida. Busca lana y lino, y con voluntad trabaja con sus manos. Trae su pan de lejos. Se levanta aun de noche y da comida a su familia. Su lámpara no se apaga de noche. Alarga su mano al pobre, y extiende sus manos al menesteroso. No tiene temor de la nieve por su familia, porque toda su familia está vestida de ropas dobles. Considera los caminos de su casa… Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba. Fuerza y honor son su vestidura; y se ríe de lo por venir».

Estoy segura que cada hijo de la historia que mencioné de ellos llamarían a su madre: «MUCHAS MUJERES HICIERON EL BIEN; MAS TÚ SOBREPASAS A TODAS».

Cuánta razón tenía Golding al decir que cualquier cosa en las manos de una mujer aunque sea muy pequeño ella lo engrandecerá y lo multiplicará.

MUJER, te recuerdo que eres una creación perfecta de Dios y dentro de ti fluye una fuerza sobrenatural que te permite luchar por ti, por tus hijos, por tu familia, y Habrá días en los que te sientas derrotada, desilusionada, sin ganas de hacer nada, y aún así tendrás la energía necesaria para salir adelante pese a todo y contra todo.

Así es que ¡no te desanimes! Valdrá la pena todo el esfuerzo que hagas por tu familia, por tus hijos. Te invito a que inviertas en ellos y los conviertas en hombres y mujeres de bien y que el día de mañana sean un ejemplo a seguir en su comunidad, ciudad, estado, país y mundo entero.

Con cariño, pastora Dora Quirarte

Cuánto los niños nos enseñan

Por: Pastora Dora Quirarte

Un día trajeron algunos niños a Jesús para que los bendijera, pero los discípulos se opusieron. Jesús enfadado dijo que «el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él».(Marcos 10:13-15)

¿Qué habrá querido decir Jesús con esa frase? Corresponde a una palabra en Mateo 18:3, que dice: «Si no cambiáis y no os hacéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos».

Los niños tienen una transparencia plena, con una ausencia total de hipocresía y de segundas intenciones. Son sinceros, francos y espontáneos. Ellos dicen lo que sienten, no falsean las cosas, no saben de protocolos ni de diplomacia. Tienen confianza en las personas, a quienes se abandonan fácilmente y en quienes confían sin cálculos. El asombro y la curiosidad le acoge al niño, ya que todo le sobrecoge y le admira; todo para él es nuevo y, por ende,nunca se aburre. Su disponibilidad es increíble y admirable pues está abierto a todo, sin condicionamiento y sin resabios. 

Por esas y muchas razones más el niño se convierte en un verdadero modelo para cada uno de nosotros. 

El Dr. Moody, en una de sus tantas anécdotas decía que cuando empezó a predicar vio que la gente mayor no le gustaba o se aburría. Así es que salió a la calle y consiguió 18 niños que lo siguieran a la escuela dominical. Definitivamente el doctor Moody sabía que los niños son de una singularidad única e irrepetible.

Otra de sus fascinantes anécdotas del Dr. Moody dice que un día vino un caballero a verlo en la oficina de su casa pues quería presentarle a un joven que acababa de salir de la penitenciaría. Cuando entraron, el Dr. Moody le dio la mano, le expresó su satisfacción por conocerlo y luego lo llevó adentro para que saludara a su familia. Cuando su hijita Emma entró a la habitación, el Dr. Moody le dijo: «Emma, este es un amigo de tu papá». Entonces la chiquilla fue y lo besó. El hombre comenzó a llorar.  Cuando la niñita salió de la habitación, le dijo al Dr. Moody: «Señor, hace años que nadie me besa. El último beso que recibí fue el de mi madre, que estaba moribunda».

Nos damos cuenta una vez más, a través de estas increíbles anécdotas, que los niños son sencillos de corazón, que nos hacen ver la vida de otra manera y nos vienen a cambiar nuestro mundo. Por algo Jesús se enojó con sus discípulos, y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí. ¡No los detengan! pues al  reino de Dios pertenece a los que son como estos niños». (Marcos 10:14)

Deseo compartir con ustedes, queridos lectores, una experiencia personal muy linda y única y que precisamente tiene que ver con UN NIÑO. En una ocasión mi esposo y yo fuimos a cenar con unos amigos pastores y su familia. Entre la plática, el más pequeño de sus hijos dijo: «Ella es real. ¡Sí! La pastora Dora es real. ¡Papá! ¡Mamá! La pastora Dora es real. ¡Mírala! Ella es real».

Estas palabras, lejos de hacerme sentir como «un pavorreal» o exaltar mi «ego sano», me hicieron meditar y pensar en lo que había visto ese pequeño en mí para haber dado una declaración como la que usted acaba de leer. Sus palabras me llevaron a una escena que me sucedió en la terraza de mi casa cuando tenía tan solo nueve años de edad. Recordé que en esa ocasión estaba contemplando el cielo y le preguntaba a Dios si existía; si era real. A los dos días de hacerle esas preguntas a Dios tocaron a la puerta de mi casa invitándonos a una reunión en un hogar llamada «célula». Asimismo, las palabras de este niño eran las mismas de Dios contestando aquella pregunta que le había hecho en mi niñez: «¿Tú existes? ¿Eres real?»

Una y otra vez compruebo en mi diario vivir que DIOS ES REAL. Él nos diseñó, a ti y a mí únicos, originales e irrepetibles. Somos un verdadero milagro divino.

La Psicóloga Sherrie Campbell dice: «Tienes que ser lo suficientemente seguro en ti para ser capaz de considerar las ideas y los sentimientos de los demás». También dice que «cuando se vive auténticamente no tienes tiempo para quedarte pegado en las emociones que provocan los a veces necesarios reveses temporales». Y, termina diciendo: «El auténtico líder sabe que ciertas batallas se deben perder para ganar la guerra. Cuando sabes lo que eres, no mantienes actitudes críticas hacia los demás».

Considero entonces que los niños tienen una sabiduría divina pues desafían nuestras creencias y pulverizan nuestras certezas; son nuestros pequeños maestros.

Amado lector, les invito a que nos detengamos y empecemos a ver el mundo a través de la mirada de un NIÑO, porque quizás en nuestro afán de la vida olvidamos que ellos, a su vez, son la clave de poder decir:

«CUÁNTO LOS NIÑOS NOS ENSEÑAN «

Cuando Dios usa al menos indicado

Por: Pastora Dora Quirarte

Jonás fue un profeta en la Biblia hebrea del reino norte de Israel del siglo VIII a.C. 

Este personaje es la figura central del libro que lleva su mismo nombre, donde se relata cómo Jehová lo llama a advertirle a los habitantes de Israel de la ira divina.

Jonás era contemporáneo de Oseas y Amós; y todos vivían en Israel. En el primer versículo del libro de Jonás se dice que era hijo de Amitai.

Este profeta también se menciona en el segundo libro de Reyes 14:25 donde habla acerca del reinado de Jeroboam II, rey de Israel, quien restauró los límites de Israel desde la entrada de Hamat hasta el Mar de Arabá, conforme a la palabra de Jehová Dios de Israel dicha por su siervo Jonás hijo de Amitai, profeta que fue de Gat-hefer.

Siendo que Jonás vivió durante el reinado de Jeroboam, es posible que haya vivido cerca del año 788 a.C.; y queda comprobado por 2 de Reyes 14:25 que la historia de Jonás es verdadera.

El relato del libro de Jonás nos habla acerca de la ciudad de Nínive, capital de Asiria, ubicada a 900 kilómetros al este de Israel, la cual estaba en esa época en rebelión con Dios. Los asirios eran conocidos por su maldad: violaban a sus mujeres, torturaban a sus hijos de manera horrible, etcétera. Cuentan los libros históricos que los asirios eran tan crueles que escribían en los muros con la sangre de sus víctimas. 

Sin embargo, Jehová fue misericordioso con ellos y los perdonó.

Lo más interesante de esta historia fue que Dios escogió al menos indicado para realizar Su obra de misericordia y perdón: a Jonás.

Y ¿por qué digo que escogió al menos indicado? Porque Jonás estaba enojado de que Dios perdonara al pueblo de Nínive —ya que los asirios eran enemigos de Judá e Israel y Jonás quería que Jehová trajera juicio sobre estas personas que él odiaba—.  

Los eruditos creen que el conocimiento de Jonás sobre la brutalidad asiria pudiese haber sido producto de su propia experiencia; quizá porque conocía de alguien que hubiese muerto durante una de sus incursiones infames —como un miembro familiar— y se tornó algo personal.

Por ejemplo, Jonathan  Swift escribió algunos versos que expresan esta forma de pensar de Jonás: «“Somos los pocos de Dios, todos los demás serán condenados”; “No hay lugar en el cielo para tí”; “No podemos atiborrar el cielo”».

Jonás fue conocido por sus actividades proféticas y su participación tan importante en la redención de Israel. Pero, sobre todo por ser el que menos encajaba en tan importante misión redentora.

No por nada la historia de este profeta fue mencionada por Jesús cuando le pidieron una señal del cielo. Y es que el incidente en la vida de Jonás fue símbolo de la propia muerte y resurrección de Jesucristo (Vea: Mateo 12:39-41 y Lucas 11:29-30). Es decir, fue un símbolo de Cristo por el hecho de que se encontró en el vientre del gran pez —en el seol, según sus propias palabras (Jonás 2:2)—, tal como Jesucristo estuvo en la tumba durante tres días, y después resucitó.

Los eruditos C. F Keil y F. Delitzsch, demostraron que el significado simbólico de la historia de Jonás es más amplio todavía: «La misión de Jonás fue un hecho de importancia simbólica que tuvo el propósito no solamente de hacer comprender a Israel la posición de los gentiles en el reino de Dios, sino también se representa el día en que los paganos que obedecieron la palabra de Dios se unieran en fraternidad para gozar de la salvación preparada en Israel para todas las naciones».

Jonás valientemente proclamó que Jehová era el único Dios de toda la creación y era un Dios misericordioso. 

Jonás nos dio a conocer que Dios puede usar al menos indicado para ser un instrumento de redención, misericordia y perdón ante la rebeldía humana.

¿Alguna vez te has sentido como el menos indicado?

En una de las tantas anécdotas e ilustraciones escritas por D.L. Moody, dice: «Dios quiere que brillemos no todos podemos ser faros, pero cualquiera de nosotros puede ser una velita de sebo. Una lamparita a veces puede hacer mucho… Que no te haga creer Satanás que porque no puedes hacer grandes cosas, no puedes hacer nada». 

Dios es capaz de usar hasta el menos indicado y el día menos esperado te sorprenderá. ¡NOS SORPRENDERÁ!.

Mientras escribo estas líneas pienso en todos los errores que he cometido en mi vida, pero Dios no ha dejado de guiarme. A veces veo a Dios como el GPS de mi automóvil, que cuando hacemos un giro equivocado, recalcula la ruta para poder llegar a nuestro destino.

Es mi deseo, querido lector, que el mensaje de Jonás, aunque escrito y pensado para el pueblo de Nínive, le cautive para saber que Dios usa y elige lo que el mundo considera ridículo.

Recuerde que el propósito de Dios para usted y para mí es más grande que nuestras fallas.

DEJÉMONOS usar por Dios aunque nos consideremos los menos indicados.