Por: Pastora Dora Quirarte
En el libro de Salmos 139: 1-7 y 13, nos dice: «Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender. ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre».
Este Salmo cautivó mi espíritu de una manera especial porque describe a un Dios que es omnipresente y omnisciente —que está en todas partes y que conoce todo de nosotros—.
Recuerdo como si fuera ayer una experiencia que marcó mi vida. Era un sábado por la tarde que me dirigía en mi auto a una actividad juvenil de la iglesia a la que pertenecía; mientras esperaba el cambio de luz del semáforo, se me acercó un joven bien vestido y me dio una rosa roja y me dijo: «Tú eres la rosa de Sarón».
Mi mente voló y comprendí que la presencia de Dios ha sido suficiente en los momentos de muchos obstáculos y espinos cubriéndome con su amor, dándome fuerza para seguir adelante y llenándome de Su gozo como dice en el salmos 16:11 «En tu presencia hay plenitud de gozo».
Después de un año de esa experiencia tuve un sueño. Vi a Dios con una túnica blanca sentado en una silla y yo estaba parada detrás de Él. Yo veía que hacía algo con sus manos y de pronto se puso de pie, se volteó y me dio una rosa roja y me dijo: «tú eres la rosa de sarón». Al despertarme del sueño pude descubrir que Dios ha estado conmigo y se ha dedicado a examinarme, a conocerme y a estudiar mis épocas de mi luchas y de descanso; pero más allá de lo que acabo de escribir, saber que Él desea estar conmigo y entenderme, así tan compleja como soy, y que Él quiere hacer algo de mí, sacude mi corazón de una manera exorbitante.
El amor de Dios sobrepasa todo entendimiento. El amor de Dios es inmenso, no tiene límite, es extraordinario, que extiende a todo conocimiento para que seamos llenos de toda la plenitud de Dios; es decir, el amor de Dios es eterno. Él nos ama por individual, Su amor es irresistible, es único y nada ni nadie lo ha igualado en la manera en la que Él lo ha hecho.(Efesios 3:18-19)
¡CUÁNTO DIOS ME AMA!
Recuerdo en mis años de juventud que tuve una consejera quien fungía como pastora y directora de una de las universidades de Piedras Negras, Coahuila, en México, la cual me regaló un cassette que solo contenía una canción titulada «Mi Padre amante cuidará de mí». Este canto hizo un efecto en mí y comenzó a sucederle en mi interior algo de tal manera que ese vacío desapareció y empecé a sentir el amor de Dios, su presencia y a tomar mías todas esas palabras de esa canción. El amor de Dios y Su presencia fue suficiente para llenar el vacío de mi alma.
¿Por qué lo mencionó? porque hubo un tiempo muy difícil en mi juventud donde nada me hacía feliz, ni tenía paz; era un vacío que invadía mi ser; y aunque participaba en campamentos juveniles, cantaba en el coro, asistía a retiros, veladas de oración, etcétera, aún estaba ese vacío en mi interior.
Nunca se me ha olvidado que esa canción la llegué a escuchar tantas veces que terminé comprando tres copias de la misma.
Mi papá Dios me ha permitido disfrutar tantas bendiciones en mi largo caminar con Él. Por ejemplo: he probado el beso de un esposo maravilloso; he sentido la caricia tierna de mis hijos; he gozado el amor de mis nietos; he tenido el amor de mi nuera sin medida; he disfrutado el cariño de mis hermanos biológicos; he disfrutado la verdadera amistad; he tenido el consejo y la corrección de unos padres dedicados en mi crianza; he tenido el placer de tener un excelente mentor que lo da todo; he tenido el privilegio de recibir honores por mi buen aprovechamiento en la escuela dominical; he experimentado el dar todo por un ministerio; he visto el amor verdadero de un pueblo que ama a Dios; pero, NADA se compara con la experiencia que tuve del AMOR DE DIOS y sentir Su PRESENCIA en los momentos adversos a lo largo de mi vida y continúa cautivando mi alma.
A Dios no le asusta ni le toma por sorpresa tu manera de vivir tu vida. Dios no viene para juzgarnos, sino que viene a enseñarnos y nos guía por el camino correcto. Si estamos caídos, Él viene y nos levanta y nos sostiene. Si nos hemos apartado de Su camino, Dios nos busca y sana nuestras heridas; y si estamos confundidos, Él aclara nuestra mente.
Lo lindo de Dios es que él decide sentarse a nuestro lado para conocernos y examinarnos sin importar de qué color pinta nuestra vida; simplemente Él nos ama y su presencia en nosotros nos dice: «estoy aquí contigo».
DIOS NUNCA TE DEJA DE AMAR
Me pasó un suceso increíble —¡cómo olvidarlo!—. En una ocasión una de mis hermanas llevó a casa a varias jóvenes de la iglesia. Para ese entonces yo aún no había tenido un encuentro personal con Cristo. Recuerdo que una de las jóvenes se acercó y me dijo: «Dorita, Dios te ama y yo también». Me dio una paleta de dulce y se marchó. Esa frase y esa acción me dejaron sin palabras y por primera vez comenzaron a salir lágrimas de mis ojos al saber que Dios me amaba y alguién más. Al pasar el tiempo, esta misma joven me dijo: «un día te voy a ver predicar en un gran congreso para mujeres».
Amado lector, ¡DIOS TE AMA como nadie te ha amado! y quizás no hay manera de entenderlo, pero es así. ¡EL NOS AMA! y nuestro futuro está en sus manos y en los momentos más difíciles de nuestro caminar en este mundo. Su presencia está con nosotros dándonos paz y abrazándonos con sus brazos de amor.
Dios tiene la intención de estar contigo, de conocerte, de examinar todo lo tuyo, todos tus pensamientos, entender todo lo que tú piensas y conocer tu camino. Él quiere que tú sepas que está detrás y delante de ti y te rodea con su amor y su presencia.
Querido lector, ¡cuánto Dios te ama! Déjate amar para experimentar su amor infinito. Aunque queramos huir de su presencia, Él está aquí porque él nos ama, nos formó y nos hizo en el vientre de nuestra madre. (Salmos 139:13)