No es un adiós, es un hasta pronto

Por: Pastora Dora Quirarte

Tuve el privilegio de recibir la invitación por parte de la pastora Luz Elena a leer su primer libro, titulado «Un nuevo amanecer»; lo leí y quedé fascinada por la manera en que ella describe el viaje hacia su restauración personal y familiar después de la pérdida de su hijo menor, Efraín.

Mientras me adentraba en cada capítulo pude darme cuenta que la pastora Luz logró transmitir todo el dolor, la soledad y el vacío que experimentaron como familia por la tragedia; pero también, de la unidad entre ellos y el apoyo que se daban uno a uno para disminuir el dolor, la angustia y la desesperación al no entender por qué había sucedido lo que había sucedido; la fortaleza que experimentaron por parte de Dios para salir adelante del duelo en el cual estaban sumidos; el amor de Dios reflejado por las tantas ayudas que recibieron de vecinos, amigos, familia, hermanos en Cristo, etc., quienes estuvieron al pendiente de ellos mientras vivían las horas más oscuras del duelo, y la maravillosa presencia del Espíritu Santo que los acompañó a cada paso del camino hasta sanar sus corazones completamente.

Todas esas muestras de amor me hicieron recordar lo que viví con mi familia cuando falleció mi mamá. Te cuento: A mi madre se le había reventado una úlcera y murió mientras era trasladada al hospital en una ambulancia. ¡Fue devastador! Me sentí pérdida. Era todo lo bueno que tenía en esta vida y ya no estaba en esta tierra. Nunca imaginé que ese momento llegaría cuando yo aún era pequeña. Me di cuenta que la vida es muy frágil tanto que en un abrir y cerrar de ojos te arrebata lo más apreciado y amado, tus padres. Pero, en esos momentos difíciles, hubo tantas muestras de aprecio, de cariño y de amor para mí y mi familia. Recuerdo una, en especial, de un pastor de una ciudad en México llamada Monterrey, en el estado de Nuevo León, que meses después de la partida de mi mamá a la presencia de Dios, me envió una carta que finalizaba con la siguiente cita: «Dorita, sé que no es fácil por lo que estás pasando, pero ruego al Altísimo que esta palabra de Habacuc 3:17-19 se haga realidad en tu vida». Hasta el día de hoy, querido lector, conservo en mi memoria estas palabras que incluso mi esposo le puso música

«Un nuevo amanecer» no solo me hizo conocer cómo Dios fue quien les ayudó a superar la muerte de su hijo Efraín y cómo Él puso en sus corazones un agradecimiento que solo podía venir del Altísimo, sino a la importancia de recordar a su hijo, a llevarlo en su corazón siempre y a vivir con la esperanza de que un día glorioso, cuando papá Dios los llame a su presencia, vuelvan a reunirse con su pequeño. Y así es lo mismo conmigo. Recuerdo a mi madre y la llevó siempre en mi corazón y espero aquel día cuando Dios me llame a su presencia y también me reúna con ella.

Querido lector, así como el libro «Un nuevo amanecer» me ayudó a recordar lo que Dios hizo a través de lo que muchas personas hicieron por nosotros en la etapa de duelo en mi vida y mi familia, es mi deseo invitarte a que siempre estemos dispuestos a ayudar a los que estén pasando por el dolor de una pérdida de un ser querido. Acerquémonos y ofrezcámonos a apoyarlos en lo que necesiten; incluso, con el simple hecho de darles un abrazo en silencio, podremos inyectarles deseos de seguir adelante, de continuar viviendo, aunque ya no estén las personas que fueron especiales, importantes y significativas en sus vidas. Recordémosles lo que dice Filipenses 4:13: «todo lo puedo en Cristo que me fortalece». 

Dora Quirarte, pastora 

Programa Tiempo de Alegría

Un llamado a la unidad

Por: Pastora Dora Quirarte

La oración mensual de pastores está por cumplir una década y, a través de los años y las reuniones de cada primer sábado de mes, hemos construido lazos de amistad, de cariño y de aprecio en medio de las diferencias que existen en cada uno de nosotros. Dichos lazos son los que han quedado sellados en nuestra mente y corazón y los cuales nos animan a seguir luchando arduamente para que no se extingan.

Como latinos que somos, reunirnos en persona es primordial; sin embargo, en el 2020, la pandemia del Covid 19 hizo que la humanidad entera se replegara en sus casas, aislándonos de todo contacto físico con la familia y amigos; en las escuelas, negocios, hospitales, iglesias y en nuestra reunión mensual de oración de pastores. Por mi mente se infiltró la idea de que todo el esfuerzo por conservar la unidad pastoral había llegado su fin; pero qué equivocada estaba. Después de casi un año de no reunirnos en persona —y algunas veces en línea—, la reunión de oración dio un giro inesperado y poco a poco fuimos avanzando, al grado de tener una convivencia como hace mucho tiempo no la habíamos tenido, adorando juntos a Dios a través de la alabanza y la oración y compartiendo el pan con alegría y paz en nuestro corazón.

Milagrosamente, el anhelo por mantener este afluente de unidad seguía vivo y el deseo de afecto, cariño y respeto entre pastores seguía intacto, a pesar de los estragos causados por el virus. Creo firmemente que el amor de Dios y la unidad del cuerpo de Cristo pudieron mas que cualquier otra circunstancia adversa y eso logró que la reunión mensual de oración pastoral no muriera.

Querido consiervo ¡anímate! No todo se ha acabado. Recuerda lo que dice 1 de Corintios 13:13 «y ahora permanece la fe, la esperanza y el amor, pero el mayor de ellos es el amor».

Te invito a que sigamos unánimes y en un mismo sentir, deseando el bienestar de nuestro hermano en Cristo y colega en el ministerio; anhelando la unidad pastoral y apoyando esta reunión que ha sido para muchos, me incluyo, un bálsamo de paz y tranquilidad en medio de la tempestad y un lugar donde los lazos de amistad comienzan a entrelazarse.

Amados hermanos de milicia, edifiquemos juntos en hermandad y unidad como nuestro Padre Celestial nos lo ha dicho, llevándonos  de gloria en gloria y de triunfo en triunfo.

«Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6)

Con amor: Dora Quirarte

La historia de un amor

Por: Pastora Dora Quirarte
Programa: Tiempo de Alegría

En Cantares 8:7, el poeta escribió: «Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos…; y en 1 Corintios 13:4-8, el apóstol mencionó: «el amor todo lo puede, todo lo cree, todo lo perdona, no guarda rencor, es sufrido…»; y lo que me asombra de estos dos pasajes es la forma tan poética y romántica con que se redactó; pero difícil de llevar a cabo cuando escasea el dinero, la comida, la ropa y te visita la enfermedad. 

Dwight L. Moody, en una de sus anécdotas más famosas,dijo: «La fe hace que todo sea posible, pero el amor hace todas las cosas fáciles». Cuánta verdad se encuentra en esta última frase porque ciertamente, si no estamos dispuestos a darnos el uno para el otro, no se puede sobrevivir. El amor verdadero no está basado en los sentimientos, sino en la decisión de amar a alguien de forma incondicional. Pero, ¿lo podemos lograr? 

Permíteme relatarte mi historia de amor. No tiene nada que ver con lo que vemos en las  películas románticas o en los cuentos de hadas, sino con el amor real que sobrevive a través del tiempo; en momentos de enfermedad, escasez, soledad y abandono.

El 7 de julio de 1990 conocí a mi esposo Jorge Quirarte. Recuerdo que su tía me llamó para decirme que invitara a su sobrino [Jorge] a la Iglesia, y así mismo lo hice. Desde ese momento nos convertimos en muy buenos amigos. Juntos íbamos a los estudios, donde él tocaba la guitarra y yo daba el tema bíblico. Nuestra amistad se tornó en un noviazgo que duró seis meses y luego nos casamos, el 4 de Otubre de 19992, con la ilusión de que teníamos el mundo ante nuestros pies y que todo sería de color de rosa. A los cuatros meses de casados, nos dimos cuenta que estábamos esperando nuestro primer hijo y nos pusimos muy felices. Rápido, comenzamos a pensar qué nombre le pondríamos y decidimos llamarle Jonathan David. A los siete meses de embarazo, decidimos irnos a radicar a Eagle Pass, Texas, donde vivimos tiempos difíciles, pues mi esposo tenía prohibido trabajar en un periodo de un año porque estaba arreglando su situación migratoria. Hubo meses que no había cómo pagar nuestra renta, ni poner un plato en nuestra mesa, pero por la misericordia de Dios, que nunca nos desampara, puso gente linda y bondadosa que nos llevó alimento y dinero en el preciso momento de nuestra necesidad. 

Nuestro hijo nació el 15 de Octubre de 1993; hermoso, robusto y muy saludable y la felicidad nos salía hasta por los poros; pero esta felicidad que rebosaba en nuestros corazones, después de siete meses se vió empañada, porque mi salud empezó a deteriorarse y empeoraba, causada por una enfermedad que solo la padecen las personas de avanzada edad. El doctor le dijo a mi esposo que esperara lo peor. Una pastora-profeta llegó a la casa y le dijo a mi esposo que yo no moriría y que era un ataque del diablo. El doctor tomó la decisión de ser intervenida quirúrgicamente; y sí, tuve dos cirugías en un plazo de una semana, y gracias a Dios todo salió muy bien; pudimos ver la mano de Dios poderosamente.

Al regresar a la casa, después de estar un buen tiempo en el hospital, le pedí a mi esposo que pusiera la cuna en nuestra recámara y a un lado de la cama para tener a mi hijo cerca de mí. Recuerdo que metía mi mano en uno de los barrotes de la cuna y le tomaba su manita y me sonreía. Durante todo ese tiempo de enfermedad, mi esposo, mi mejor amigo, el amor de mi vida, estuvo conmigo. No sólo cuidó de mí, sino también a nuestro hijo y se encargó del hogar, ya que estuve casi un año en recuperación. Doy gracias a Dios por la vida de mi esposo Jorge; y le doy GLORIA Y ALABANZA a PAPÁ DIOS por dejarme con vida, tal como lo había dicho la pastora-profeta.  

Al pasar el tiempo —tres años, para ser exactos—, decidimos mudarnos de Texas a Rochester, Minnesota, buscando  un mejor futuro, ya que donde vivíamos escaseaba el trabajo. No fue nada fácil. Jorge tuvo que viajar solo a esa ciudad para buscar un mejor futuro para nosotros. Recuerdo que el día de su partida, después de unos 30 minutos que nos habíamos despedido de él en la central de autobuses, Jorge casi estuvo a punto de detener el camión y bajarse; pero una voz interior [Dios] lo detuvo de hacerlo. Y así partió a lo desconocido, con la esperanza depositada en lo que la voz le había dicho: «hay planes para ustedes a donde te llevo». Después de dos meses de estar separados, Jorge por fin se había establecido en un trabajo y ya había rentado un departamento, así es que mi hijo y yo viajamos a Rochester también. A los cuatro meses de mi llegada, vino a nuestro apartamento una profeta y nos dijo que Dios tenía planes aquí en este estado y que no deberíamos irnos; que Él usaría nuestras vidas. Mi esposo recordó aquellas palabras que la voz le había dicho en la central camionera y confirmó que había sido Dios hablando. Desde entonces hemos vivido en esta ciudad minnesotana. Aquí nacieron nuestros hijos: Joshua Daniel y Jeremiah Dominic, los cuales vinieron a completar la familia Quirarte.  

Como ya te mencioné al principio de este escrito, el matrimonio no solo son besos, abrazos y apapachos; va mucho más allá, y uno debe estar listo para salir victorioso de los momentos difíciles, como el que a continuación te platico:

Ya en el pastorado nos sobrevino una crisis ministerial que terminó sumergiendo a mi esposo en una depresión —eso fue en el 2017— que le duró meses. No tenía deseos de nada. No comía; duraba días sin bañarse; tenía episodios de mucha tristeza; lloraba. Yo me la pasaba orando, clamando, rogando a Dios para que sacara a mi esposo de esa depresión tan severa. Un día, ya desesperada y sin saber qué hacer ni a quién acudir y a punto de tirar la toalla, el Espíritu Santo me llevó a ayunar.  Una mañana, después de varios días de estar en ayuno, Dios me dio una palabra para mi esposo que está en Isaías 60:1:«Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti». Cuando le compartí a Jorge este versículo, se levantó de la cama como un resorte y se fue directo a bañarse, ponerse su mejor traje y prepararse para bajar al sótano a comenzar nuestros servicios dominicales. Dios había hecho un milagro en mi esposo esa mañana. Él había escuchado mis ruegos. Sí, Él escuchó mi oración.

Hemos estado juntos casi tres décadas y puedo decir que soy muy feliz de despertar cada mañana con mi mejor amigo, el amor de mi vida. No ha sido fácil, pero el amor nos ha consolidado como matrimonio, y siento que nuestro amor se ha intensificado porque ha madurado a través de lágrimas y golpes que la vida nos presentó.

La palabra de Cantares capítulo 8:7 se hizo realidad en nuestro matrimonio, porque nada pudo apagar nuestro amor, ni hubo ríos que lo ahogaran; y si no hubiera sido por Dios, que puso entre nosotros ese amor que todo lo espera, todo lo cree, todo lo soporta y todo lo perdona, no sé qué hubiera sido de nosotros. Como dijera el profeta en 1 Samuel 7:12: «…HASTA AQUÍ NOS AYUDÓ JEHOVÁ».

Querido lector, quiero concluir diciéndote que si tú no estás bien agarrado de Dios, y dispuesto a amar verdaderamente a tú cónyuge, te aseguro que vas a claudicar en medio de los problemas que como matrimonio enfrenten. Así es que te invito a que te aferres a Dios y te tomes de la mano de tu cónyuge y recuerdes el voto que un día hiciste en el altar —como yo—, prometiendo estar juntos en la abundancia y en la escasez, en la pobreza y en la riqueza, en la salud y en la enfermedad, y decidan salir de esta y otras dificultades que les ponga la vida.

La iglesia presencial debe ser superior, preferible y más deseable que la iglesia virtual

Por: Luis Bernardo Gómez

Como resultado de la pandemia se ha incrementado el número de fenómenos sociales negativos; y en algunos casos, se han agudizado otros que ya estaban presentes desde antes de la misma. Tal es el caso del HIPERHOGARISMO, al cual Jordi Pigem, filósofo moderno, dice que «nos vamos olvidando del mundo natural; de ese mundo que tiene colores, sabores, olores, viento, agua, pues todo lo resolvemos desde nuestras casas, detrás de una pantalla».

Hemos pasado de ser homo sapiens (el ser pensante), a homo videns (el ser visual) y muy pronto nos convertiremos en homo absortus (el ser aislado, distraído, encandilado por las pantallas).

Lo creamos o no, dicho fenómeno se ha filtrado al corazón de muchos creyentes en Cristo. Creyentes que antes de la pandemia eran fieles congregantes de una iglesia, ahora prefieren quedarse cómodamente en sus casas para ver el culto desde un sillón, arguyendo que lo hacen por la sana distancia, cuando en realidad es una manifestación del hiperhogarismo.

Créanme cuando les digo que lo virtual es una gran herramienta de conexión, pero no de contacto y ningún creyente que ame a la esposa de Cristo, la iglesia, puede desear más a la iglesia virtual que a la iglesia presencial.

El apóstol Juan, en su segunda carta, les escribe a los creyentes congregantes [hijos] de una iglesia local a la cual llama «La señora elegida»(v.1), donde les expresa los saludos que le envían los hijos —creyentes congregantes— de su iglesia hermana —«La Elegida» (v.13)—.

La sinonimia de la palabra «elegida» es el primer argumento a favor de la Iglesia presencial, pues los sinónimos son: electo, escogido, preferido, predilecto, favorito, estimado. Por ende, entendemos que si tu iglesia ya inició cultos presenciales, debieras apropiarte de las palabras: «Yo me alegré con los que me decían, a la casa de Jehová iremos».(Sal. 12:1)

A favor de la Iglesia presencial, deseo parafrasear lo que el apóstol dice en 2ª Juan 12: «Yo he utilizado todos los medios de comunicación posibles para conectarme con la iglesia, pero he descubierto que mi gozo, respecto de la iglesia, se queda insatisfecho y que la única manera de experimentarlo al máximo es que nos veamos cara a cara».

Ya lo decía el salmista: «Mirad cuan bueno y cuan delicioso es habitar los hermanos juntos…» (Salmos 133:1)

A este concepto también los profetas se unen cuando le aseguran a la nación de Israel que cada vez que sean dispersados Dios los juntará como un solo rebaño.

Así es que deseo invitarte a tomar en cuenta estos tres principios:

  1. En la Iglesia presencial se hace posible la enseñanza que fortalece la fe. (Romanos 1:11-12)
  2. En la Iglesia presencial se hace posible el gozo completo. (Romanos 15:24)
  3. En la Iglesia presencial se hace posible el anhelo perfecto: verse cara a cara para saludar, mirar y abrazar. (3ª Juan 13-14)

Los escritores de cartas bíblicas se veían obligados a escribir porque era el único medio disponible para acortar distancias, pero en cada una de estos escritos expresaban su anhelo de estar con la iglesia (ver otros ejemplos 1ª Corintios 4:19; 16:7; Hebreos 13:23). ¡¡Y cómo no!! Si la reunión presencial de la iglesia es la mejor manifestación del cuerpo de Cristo; no dispersados, sino reunidos. ¡¡Y cómo no!! Si esta reunión presencial fue concebida en el corazón de nuestro Salvador y un día su Iglesia militante estará reunida como iglesia triunfante en el cielo: «para que donde YO estoy, vosotros también estéis”. (Juan 14:3; ref. 1ª Tesalonicenses 4:17)

En medio de la adversidad


«No le creas al doctor que tienes cáncer. Tú tienes una palabra de parte de Dios y no te vas a morir»

Palabras de Dora a su esposo después de que el especialista les dijo que había sido diagnosticado con cáncer

Por: Pastora Dora Quirarte

¿Alguna vez has experimentado el golpe fulminante de un diagnóstico sorpresivo o devastador? Quizás sí. Personalmente, pasé por algo así.

El 28 de junio de este año mi esposo fue diagnosticado con cáncer de colon y el especialista nos explicaba que los síntomas de esta enfermedad no eran nada fácil de sobrellevar. Algo dentro de mí se quebró; mi alma desfallecía de dolor al solo pensar que mi esposo, mi mejor amigo y mi todo ya no estaría conmigo para seguir compartiendo esos momentos hermosos, mágicos y únicos que solo él y yo solemos tener.

La primera semana del tratamiento fue muy dolorosa —más para mí—. Mi esposo se retorcía de dolor y en ocasiones —no exagero—, daba unos gritos que nuestro vecino podía escucharlos, pues el medicamento que le aplicaba le quemaba todo por dentro a causa de las llagas que tenía. Cuando por fin se quedaba profundamente dormido, yo me iba a la sala y comenzaba a orar a Dios expresándole mi dolor, mi tristeza y mis miedos; sí, mis miedos porque el solo haber escuchado la palabra «cáncer» me hacía pensar en lo impensable: la muerte; y en lo que sería de mí, a dónde iría o dónde viviría si mi esposo llegaba a fallecer.

Recordé lo que dice Cantar de los Cantares en el capítulo 5:2: «yo dormía, pero mi corazón velaba», porque eso mismo me sucedía; aunque podía dormir, mi corazón vivía angustiado al pensar que cada día que pasaba era un día menos que le restaba de vida a mi esposo. 

Confieso que mis pensamientos me golpearon, me hirieron; pero en mi angustia «clamé a Dios y Él oyó mi voz». (Salmos 18:6) Sí, Dios comenzó a fortalecerme y a recordarme Sus promesas; pero, sobre todo, a confiar y esperar un milagro por parte de Él. Y en esa  búsqueda que solemos tener en la madrugada de oración mi esposo y yo, derramamos nuestra alma más que nunca; sí, desesperados por una respuesta de sanidad; buscando que Dios escuchara nuestra oración; con desesperación; con el espíritu quebrantado y diciéndole al SEÑOR: «¡responde que mí espíritu se apaga!» Y podíamos escuchar de parte Dios que nos susurraba a nuestro oídos: «Sean fuerte y  esperen en mí».

Un día antes de la cirugía mi esposo me dijo: – «amá, ¡te amo! Y pase lo que pase siempre te amare». Yo inmediatamente le dije: «apá, no digas eso. Todo saldrá bien y podremos volver a caminar a nuestro parque favorito y luego terminar cenando en nuestro restaurante preferido». Me sonrió, le di un beso y nos dijimos lo mucho que nos amábamos. 

Llegó el día de la cirugía —agosto 13 a la 1:15 pm—. Mi corazón empezó a palpitar cuando vi llegar a la enfermera y al anestesiólogo para llevarlo al quirófano.  Se me vino a la mente el Salmo 91, que dice: «Los que viven al amparo del Altísimo encontrarán descanso a la sombra del TODOPODEROSO», y me refugié en Dios. Había pasado menos de una hora cuando la enfermera entró a la habitación con una sonrisa de oreja a oreja diciendo: -«¡fué un éxito! ¡No encontramos cáncer! Su colon está perfectamente limpio».

Definitivamente Dios sanó a mi esposo. Aunque el doctor nos dio su explicación del por qué el colon de mi esposo estaba limpio, nosotros sabíamos que Dios había obrado un milagro. 

Él escuchó mi clamor. Sí, Él inclinó su oído y escuchó, no solo mis súplicas y ruegos, sino el clamor de todos los que intercedieron por la salud de mi esposo. 

Dejame decirte que en este periodo de dolor profundo Dios probó mi fe —en ocasiones incomprensible—, para llevarme a un crecimiento espiritual y comprender su propósito divino en mi persona y en la de mi esposo.

En la vida hay momentos buenos y malos. Experiencias fuertes que nos paralizan emocionalmente y a veces no sabemos cómo actuar, ni qué hacer, ni qué decir; pero aún así Dios está contigo, conmigo, con nosotros, manifestando su gran amor sin medida.

Así que, querido lector, no te rindas ante la adversidad, porque el éxito en la vida no se mide por lo que logramos, sino por los obstáculos que superemos. Apóyate en los que te aman. Necesitamos de nuestra familia, de los hermanos de la fe, de nuestros consiervos, de nuestros amigos, de nuestros vecinos y, sobre todo, de nuestro cónyuge, para sobrellevar el proceso, llámese como se llame.

Recuerda, ¡Dios escucha nuestra oración!

Tiempo para leer

Estaba el otro día en el emblemático parque nacional de Yosemite admirando las maravillas de la creación.

Las montañas de un parque agobiado por la sequía y los intensos incendios descansaban en el azul intenso del lago Teenaya y cuyos pinos impregnados en la inmensa roca le daban al lugar una postal de ensueño. 

Mientras deleitaba mi vista pude notar a una adolescente leyendo vorazmente un libro y me pareció que ella representaba el cuadro perfecto del recuerdo que me llevo.

Como un joven amante de las letras, pude disfrutar de esa postal que me pareció conveniente preguntarle si podía posar para la imagen que adorna estas líneas.

El ver a esa joven disfrutar de la lectura me llevó a reflexionar acerca de cómo las letras han sido, son y seguirán siendo la fuente de todo conocimiento. Es claro está, la palabra la primera que se emite, pero como bien dicen, a esta se las lleva el viento; sin embargo, lo escrito es eterno; es decir, perdura para siempre.

Por eso, querido lector, te invito a que hagas una pausa en tu ajetreada agenda y te regales de la dicha de una buena vista, acompañada de tu bebida favorita y de las letras que perduran para siempre.

Para servir: Moisés Gómez

Pacífico

Estaba el otro día caminando por una de las playas de la costa del pacífico en el norte de Oregon, en Estados Unidos, y comencé a recordar mis orígenes costeños.

Pude disfrutar de las olas, el sol, la sal marina, etc.; y aún y cuando el agua estaba friísima, pude revivir mis épocas en que practiqué el body surfing, sorteando las olas y tratando de llegar a la orilla. Fue un momento de intensa alegría.

Cuando uno tiene esos pequeños lapsos de experiencias que te trasladan a un momento feliz de tu pasado, puedo decirte que has agregado a tus años vividos unos segundos más.

Así es que te animo a que busques esos pequeños instantes que te den un breve respiro a tu ritmo ordinario para experimentar lo maravilloso de lo extraordinario.

Para servir: Moisés Gómez

‘El alejamiento de lo cercano y el acercamiento de lo lejano’

Por: Luis Bernardo Gómez

Si consideramos que la pandemia ha durado desde marzo 2020 hasta casi agosto de 2021, entonces podemos decir que la pandemia nos ha mantenido confinados por más de año y medio. Lo cual ha producido efectos y fenómenos sociales inesperados para los que no estamos preparados. 

Los pastores evangélicos, por ejemplo, estamos observando un fenómeno recurrente en la membresía de nuestras iglesias al que yo he llamado: «el alejamiento de lo cercano y el acercamiento de lo lejano». Y les explico por qué.

Lo cercano es todo aquello que nos rodea de manera inmediata. Una de estas cosas cercanas es la iglesia; nuestra familia en la fe. Pero, tras un año y medio de ausencia forzada a los cultos presenciales, hemos comenzado a ver como lejana a nuestra comunidad de fe.

Quizás tú tienes en mente o incluso lo dices con convicción o seguridad: «mi Iglesia es tal o cual», pero debes prestar atención a algunas prácticas que, si las estás realizando, son evidencia de que tú te estás alejando de lo cercano.

  1. Si como miembro no asistes a ningún culto presencial de la iglesia cuando se da la oportunidad aún teniendo todos los medios, los recursos y la salud para hacerlo.
  1. Si como miembro no te conectas a ninguna de los programas virtuales (cultos, células, conferencias, talleres, sesiones de oración, etc.), con los que tu iglesia intenta llevar el alimento espiritual a cada miembro. 
  1. Si como miembro has pasado por tiempo difíciles y, en lugar de agradecer la ofrenda de amor que la iglesia te envió y la oración con que fuiste respaldado, solo expresas amargura diciendo: «Nadie me visitó».
  1. Si como miembro has dejado de diezmar aún cuando Dios te ha bendecido con trabajo y salario durante la pandemia, faltando así a tu obediencia a Cristo y a tu compromiso con la iglesia y propiciando con ello que tu congregación pierda fuerza, potencia y efectividad.

Así que, cuando tú sientes que lo cercano está lejano, en consecuencia, sucede la otra parte del fenómeno: el acercamiento de lo lejano. Es decir, el creyente comienza ver como cercano lo que está lejano a él. Las evidencias son:

  1. Si como miembro te acercas a escuchar la predicación por internet de pastores lejanos con quienes ni siquiera tienes una relación.
  1. Si como miembro comienzas a ver programas cristianos de iglesias lejanas que ni siquiera te conocen.
  1. Si como miembro envías ofrendas a ministerios de otras partes del mundo.

Debes saber que no hay ningún problema en ser alimentado espiritualmente por la amplia gama de recursos espirituales que hallas en internet, PEEEROOO, cuando lo lejano toma prioridad en ti, y con ello abandonas a tu familia espiritual cercana, que es tu Iglesia, entonces tienes un problema que debes resolver. Tú debes tomar una decisión que cambie ese alejamiento de tu Iglesia.

Alejarse de la Iglesia local es equivalente a decirle a Jesucristo: «Te amo profundamente, pero no quiero nada con tu esposa que es la iglesia». ¡No te equivoques! Quien ama a Cristo ama a su esposa que es la iglesia.

Debes tomar en cuenta que Dios no envió la pandemia, pero sí la está aprovechando para evaluar la fuerza y el compromiso de sus hijos que un día le dijeron: «yo te seguiré pase lo que pase». Por lo tanto, este es el momento de recobrar el ánimo; de apoyar a nuestra Iglesia a pesar de todos estos problemas que nos asedian.

¡Ánimo! La iglesia está en pie de lucha. No sabes cuánta falta le haces a tu congregación. La iglesia sigue caminando y te ama; y tú le amas también. No la dejes atrás de ti. Acércate a lo cercano.

Dios pelea por nosotros

Por: Pastora Dora Quirarte

En el libro de Éxodo14:14 dice: «Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos».

Este versículo me hizo recordar la historia del rey Josafat. Él estaba rodeado por los ejércitos de Siria, Moab y Amón y pensó no poder seguir adelante; entró en temor, pero humilló su rostro y estuvo tranquilo confiando que Jehová pelearía por él. (2 de Crónicas 20)

La vida cristiana está llena de batallas; unas que se ganan y otras que se pierden. Las que se ganan son las que descansamos en Dios y dejamos que él pelee por nosotros.

Hace tres semanas tuve una experiencia que me confirmó que Dios pelea por nosotros cuando dejamos que Él lo haga.

Era un lunes por la mañana, a eso de las 9:40, fui a comprar algunas cosas que me faltaban para la cena, pero primero pasé a la cafetería que había allí mismo en la tienda. Le pregunté a la señorita si tenía un pan que tuviera chocolate; me respondió con una mueca indicando que mirara hacia la ventanilla de vidrio que era donde tenía los diferentes tipos de pan y de sabores. Me hizo otra mueca y me indicó que yo misma lo encontrara. Le dije que me era difícil alcanzarlo y le volví a pedir de favor que me ayudara. Se molestó y golpeó el mostrador con la palma de su mano. Percatándome de su mala actitud, la miro y le digo: «Gracias», y me retiré para hacer mis compras. Cuando iba rumbo a la registradora escuché unos gritos de un hombre de la tercera edad dirigidos precisamente a la señorita de la cafetería. El gerente se percató de la situación y preguntó: – «¿todo bien?» y el anciano respondió: – «¡Nada bien! Esta señorita me ha dado un mal servicio». El hombre comenzó a  tirar los artículos que tenía con él y que aún no había pagado y salió de la tienda muy enojado. El gerente se dirigió hacia la señorita y le llamó la atención de una manera muy severa. Yo iba a acercarme para contarle que a mí también me había tratado mal, pero una voz dentro de mí me  dijo: «ya estoy peleando por tí». Me di la vuelta; salí de la tienda; miré al cielo y dije: «¡Gracias Dios!». Cuando iba manejando rumbo a la casa pensé en lo maravilloso que es cuando dejas que Dios pelee por ti.

Se cuenta que un Duque de Sajonia declaró la guerra a un obispo alemán. En aquel tiempo los obispos tenían recursos militares, así como nobleza secular; pero este era un buen obispo —uno de los pocos buenos en aquellos malos tiempos—.

El duque envió un espía al palacio del obispo para informarse de las fuerzas que este movilizaría en su contra.

Cuando regresó, el espía fue ansiosamente interrogado por el duque. –«Pues, señor», respondió el hombre, «el obispo no está haciendo ninguna preparación para la guerra», agregó. –«¿Cómo es posible?» Replicó el duque. «¿Qué ha dicho?».

«Su tarea es alimentar su rebaño, predicar la palabra de Dios, visitar a los enfermos y que en cuanto a la guerra, se la encomienda al DIOS TODOPODEROSO porque “Jehová de los ejércitos” es más entendido en guerras que él», contestó el espía. –«Si es así», declaró el duque reflexivamente, «no voy a meterme en una guerra con este hombre porque es demasiado peligroso».

Cuántas veces nosotros pensamos como el duque olvidándonos muchas de las veces que Dios es quien pelea por nosotros. Nos estresamos y desesperamos pensando cómo venceremos; cuál será la mejor forma de hacerle frente al enemigo sin importar el nombre que este tenga: llámese deuda, problemas familiares, falta de trabajo, problemas migratorios, problemas legales, enfermedad, etc. Debemos permanecer quietos y confiar que Dios peleará por tí; por mí; por nosotros.

Amado lector, sé que vivimos en un mundo quebrantado. La vida puede ser dura y a veces cruel. Cada día nos enfrentamos con batallas tanto en lo físico, como en lo espiritual. La pregunta es: ¿Cómo nos defenderemos? Bueno, recordando la palabra de Dios a través de predicaciones, estudios bíblicos, devocionales y sobre todo oración.

Recuerda que Dios está con nosotros y nunca estaremos solos, aunque las cosas salgan mal, Dios lo puede transformar en algo bueno.

Así que seamos fuertes y valientes sin importar qué tan grande sea el enemigo que se ha levantado contra nosotros.  Permanezcamos quietos que Jehová peleará por nosotros. ¡AMÉN! ¡ALELUYA! 

‘ME SALIÓ EL TIRO POR LA CULATA’

Por: Pastora Dora Quirarte

¿Alguna vez has escuchado el dicho: «me salió el tiro por la culata»? 

Seguramente sabrás que esta frase significa que algo no ha salido como esperabas; es decir, que has hecho algo esperando un resultado y resultó todo lo contrario.

En mi caso, te contaré dos experiencias donde «me salió el tiro por la culata».

La primera —la recuerdo como si fuera ayer—, fue que me quise burlar del pastor de la iglesia donde me congregaba. Un grupo de adultos y jóvenes de la congregación se estaban preparando para ser bautizados. Al enterarme, yo también quise bautizarme. Fui con el Pastor y me dijo que tenía que cumplir algunos requisitos, tales como: mi manera de vestir, etc., así como tomar algunas clases para comprender el propósito del bautismo. Acepté y entré al grupo de los que serían bautizados. Al despedirme del pastor, inmediatamente comencé a pensar y a reírme porque, según yo, había logrado engañarlo haciéndole creer que iba a cumplir con los requisitos. Llegó el día esperado de los bautismos. El Pastor nos da las últimas recomendaciones. Hicimos una línea esperando el turno para ser bautizados. Cuando por fin me tocó entrar al río para ser bautizada, el Pastor me sumergió en las aguas y al emerger sucedió algo que yo no me esperaba: empecé a hablar en lenguas. Yo no sabía qué estaba pasando conmigo; todo mi cuerpo temblaba y estaba asustada y confundida. Puedo decirte que desde ese día mi vida no volvió a ser la misma. Comencé a leer la Biblia; mi manera de vestir cambió; empecé a orar; hablar en otras lenguas; tener sueños reveladores; compasión y sobre todo amor por la gente.

En pocas palabras, el plan que yo tenía en mi mente no resultó como lo esperaba, sino todo lo contrario. Me había salido el tiro por la culata.

‘Me salió el tiro por la culata’ apunta su origen al siglo XV cuando las armas  empezaron a utilizarse en los campos de batalla. Estas se cargaban con mucha pólvora lo que provocaba que la combustión fuera mayor a la esperada rompiendo así el cañón y dando de lleno al tirador que hacía el disparo con la parte trasera del fusil (culata). 

La segunda anécdota se remonta a mi tiempo como presidenta de los jóvenes. En ese entonces hubo una joven que no estaba muy contenta de que yo hubiera sido elegida como la líder; así es que ella comenzó a planear cómo sacarme del cargo y para eso recolectó firmas suficientes para lograr su cometido. En una reunión la joven comenzó a leer la lista de los nombres de los que habían firmado y terminó diciendo: «Dorita, no queremos que sigas como presidenta». En eso estaba cuando de repente tocaron a la puerta y apareció en escena otra joven que dijo que Dios había sido el que «me había elegido [a mí], y no el hombre, para estar como presidenta de jóvenes». Entonces pasó algo inesperado; la consejera de los jóvenes determinó que esta joven no continuaría ejerciendo su cargo. ¡Woooooow! Le había salido el tiro por la culata. 

Esta anécdota me recordó al jefe de gobierno del rey Asuero, Amán —que se encuentra en el libro de Ester—, quien planeó cómo ahorcar a Mardoqueo y terminó él siendo el ahorcado. (Ester caps. 3-5)

Amado lector, estas dos anécdotas que narré, me enseñaron que cuando nos gana el enojo, el coraje, la envidia, los celos, o cualquier otra emoción o sentimiento, las decisiones que tomemos serán equivocadas y lo único que lograrán es que nos salga el tiro por la culata. 

Te invito a ti querido lector —y yo me incluyo—, a que meditemos siempre, que pensemos en no tramar o hacer algo malo para alguien; porque no vaya a ser que nos salga el tiro por la culata. Mas bien, busquemos a Dios en oración y leamos su palabra para ser guiados por Él; para saber Su perfecta voluntad en nuestras vidas.

Tiempo de Alegría.