Por: RGO.-
Diferenciar estos dos términos le ayudarán a recordar que Dios es el centro de su vida y que todo, todo, todo proviene de Él
Definir ambos conceptos establece desde ya la abismal o marcada diferencia.
La Teología es la ciencia que trata del Dios único, verdadero y trinitario; mientras que el Humanismo es la doctrina filosófica que considera al hombre y los valores humanos por encima de todos los demás.
El teocentrismo tiene a Dios como el centro de todo; y el antropocentrismo al hombre —sin recurrir a ninguna religión—, dando paso al Renacimiento que abiertamente desplaza a Dios y libera al hombre de las normas teológicas. De éste, a su vez, se deriva el Humanismo secular o laico, que se ocupa de lo material, social, razón humana y ética.
Una comparación común aclara tal diferencia: Dios, como Creador del hombre, lo valora completo, en cuerpo y espíritu; en tanto, dicha corriente, sólo en lo físico o material. Dios se interesa en el hombre total. El Evangelio de Cristo es socio-espiritual.(Lucas 4:16-19 y 19:10)
La Antropología es una gran doctrina de la Biblia que habla de la creación, sustenta-ción y redención del hombre por Dios; por lo que no es solamente un ser humano, sino también un ente espiritual, una persona en su doble naturaleza.
Cual ser humano, es sensible, compasivo, afable, cuerdo, etc. Y cual ser espiritual, es semejante a Dios que lo hizo. Sin embargo, Robert Schuller articuló una teología antro-pocéntrica que reemplaza la adoración a Dios y pone en detrimento su soberanía.
Así que, el Humanismo se centra en el aspecto terrenal del hombre —marginando lo espiritual o eterno y terminando por deificarlo, haciéndole creer que es capaz de todo—. Esa misma idea que el diablo usó que en el principio con el primer hombre para su propio mal (Gén.3:5 «…y seréis como Dios…»); tendencia que continúa hasta el día de hoy, sobretodo por causa de la postmoderna tecnología de punta que inventa, produce, distribuye, compra y consume o usa y utiliza.
Todo, todo, todo, absolutamente todo «ha sido dado de arriba»(Juan 19:11). Aunque, a lo que debe darle prioridad suma es a lo que a vida eterna permanece.(Colocenses 3:1-4)
En México, recientemente ha surgido un nuevo partido político que responde al nombre «Humanista», cuyo slogan o frase es «Libertad y Unificación»; que por el momento escapa a mi entender y comprensión lo que persigue: En cuanto a Libertad, ya llevamos dos siglos y un cachito de ser un país libre (1810-2015); tocante a Unificación, nuestra lucha es lograrla dentro de lo posible a nivel nacional. Pero aclaro, en lo posible —lo que parece imposible, debido a la diversidad de colores e idealismos partidistas existentes—. Si Unificar significa uniformar y llegar todos a ser de un mismo parecer, es tarea inalcanzable.
A esto, la Biblia responde diáfanamente que la verdadera libertad solo la encontramos en Cristo al conocerlo como Señor y Salvador(Juan 8:32); y la unificación, cual unión o conformación que es en esencia, también se encuentra en Cristo siendo con Él de un mismo pensar, sentir y querer(1Corintios 2:16, Filipenses 2:5,13). Es espiritual(Juan 17:21) porque en lo material no somos homogéneos. Basta que seamos empáticos tanto en actitud y hecho ya que así lo manda Dios en Filipenses 2:1-4, que a la letra dice:
«Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánime, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo. No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.»
Que el individuo es libre y totalmente responsable de sus actos, así es, porque Dios lo hizo desde el principio un ser libre. Pero su libertinaje o abuso de su libertad lo incita o mueve a criar su propia ética individualista al margen de cualquier sistema de creencias en su entorno. Ya en su estado libertino universaliza o generaliza su neomoralidad que considera válida para todos los seres humanos, convirtiendo lo malo en bueno y lo bueno en malo.(Rom.1:18-32)
El Humanismo, pues, trata sobre la dignidad humana. Se vuelve existencialista al analizar su condición: libertad, responsabilidad individual, emociones y significado de la vida. En este sentido está relacionado con la generosidad, compasión y preocupación por la valoración de los atributos y vínculos del hombre.
En el calendario 2015 que nos regaló un bufete de abogados, y remarcado cómo fecha importante —bajo el día primero del mes de enero—, reza lo siguiente sobre el Humanismo: «Un año nuevo comienza. Entonces, en éste mismo instante empecemos a recrear un mundo distinto, un mundo mejor, sin violencia, sin armas, sin fronteras; con amor, con dignidad, con menos policías y más maestros, con menos cárceles y más escuelas, con menos ricos y menos pobres. Unamos nuestras manos y formemos una cadena humana hasta sentir que un calor pasa de un cuerpo a otro, el calor del amor, el calor que tanta falta nos hace. Si queremos podemos conseguirlo, y si no, estamos perdidos, porque nada más que nosotros, podremos construir nuestra propia felicidad».(Del libro «Cuentos para Niños de 8 a 108 II». Del autor Pancho Aquino)
En su libro «De Pastor A Pastor», Erwin Lutzer habla del rey Nabucodonosor como un perfecto humanista, quien por su extre-ma confianza en sí mismo o autoestima y aparente personalidad integrada, se atrevió a decir: «¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?»(Daniel 4:30). La respuesta de Dios fue disciplinarlo con locura. Vivió con las bestias del campo y comía hierba como el ganado. Su pelo creció como plumas de águila y sus uñas como las garras de un pájaro. Esa experiencia lo liberó de mantener una visión distorsionada de sí mismo. Cuando finalmente pudo verse tal y como era ante Dios, le fueron devueltas su cordura y su posición como rey. Entonces él bendijo a Dios y ofreció ésta alabanza:
«…y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?».(Daniel 4:34 y 35)
De allí en adelante Dios lo bendijo porque él ya sabía que era el barro y que Dios era el alfarero. Nabucodonosor entendió que Dios tiene el primer lugar en la teología.
En nuestro desliz hacia la preocupación narcisista en nosotros mismos en lugar de Dios, ésta es una verdad que necesitamos reafirmar.
Y respecto a ¿por qué fracasa la filosofía ante la conducta humana? Transcribo de un boletín lo siguiente:
«Los filósofos de distintas escuelas, desde los lejanos tiempos de la Grecia hasta nuestros días, han estado luchando por establecer reglas fijas que sirvan de buena orientación al género humano.
«No dejamos de reconocer que Pitágoras, Platón, Aristóteles y demás filósofos de la antigüedad hasta Kant, Locke, Borgson y otros que figuran hoy como grandes genios en el campo de la filosofía, han presentado teorías muy preciosas con relación a la conducta de los seres humanos, pero sin éxito en su aplicación.
«Cada filósofo ha expuesto su programa: desde Sócrates que creía que “El saber prepara el camino de las buenas acciones”, hasta Augusto Comte con su moral positiva o social en que la humanidad ocupa el lugar del Ser Supremo.
«Todos han expuesto ideas muy bonitas, pero con belleza y todo no responden a su práctica. Tan pronto llega el momento de actuar en la vida cotidiana, los partidarios de dichas teorías se dejan llevar por el egoísmo y obran en pugna con sus principios.
«Los preceptos moralistas apelan nada más a la mente del individuo, dejando el corazón sin cambio alguno. La religión en eso es más efectiva porque habla de un Creador que nos creó para la práctica del bien. Ella nos presenta la idea de la responsabilidad de nuestras acciones no ante una sociedad compuesta de seres malos e injustos, sino ante un Dios que castiga la maldad y premia la virtud según una justicia perfecta.
«Al concebir la idea de que hemos venido a esta tierra a cumplir una misión de paz y amor, porque para eso nos creó, es casi seguro que esa creencia nos inclina a practicar el bien. Esa idea religiosa a medida que domina nuestros deseos, va poco a poco creando en nosotros una conciencia firme de nuestros deberes para con Dios y los seres que nos rodean y nos inclina a la práctica de buenas obras.
«Las teorías filosóficas que apelan a la mente, suelen fracasar, no así la religión. Esta nos presenta a un Dios bueno y justo que ama la virtud y exige de nosotros buenas obras. Por lo tanto las ideas religiosas como orientadoras de la conducta del ser humano, son más significativas que las teorías filosóficas».∞