Por: Alberto Vargas.-
Los seres humanos tendemos a celebrar cualquier día o suceso que marca nuestra historia. Desde el día de nuestro nacimiento hasta el día que dejamos de existir estamos envueltos en celebraciones culturales, históricas y personales.
Al parecer, el primer hombre nació el día 6 del primer mes del año 0. Creo que nadie celebra tal fecha. Ese día debería ser el «día del hombre». Pero, es el mismo hombre que se encarga de opacar ese gran día especial destruyén-dose a sí mismo al rebelarse contra su propio Creador.
Podríamos imaginarnos la gran alegría de Dios en ese día especial en que creó al primer hombre, por lo cual el Génesis registra que «Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera». De la misma manera, ¿cuál sería el sentimiento de Dios cuando, no pasado mucho tiempo, el hombre decide abandonar a su creador siguiendo sus propios obscuros deseos y acogerse a la era de la culpa y de la muerte? Así ha existido el ser humano desde entonces, en culpa y muerte.
Nosotros fuimos creados de manera mucho más espectacular que lo que podemos ver en el libro de la creación. Nuestro Dios nos amó antes de que el mundo fuese —Y «el Cristo», «El Mesías» nos escogió en sí mismo antes de la fundación del mundo(Efesios 1:4)—. Es ese el Verbo que por su palabra fuimos nosotros creados(Juan 1:3). No fuimos creados para el fracaso, ni para que la muerte se enseñoreara de nuestra existencia.
De ahí, que Dios no se dio por vencido e hizo que en la historia hubiera otro día que fuese «el día del hombre».
«Y el verbo se hizo carne, y habitó en nuestro barrio» para que viéramos su gloria. La gloria de un amor que sobrepasa todo entendimiento. Amor no merecido, no ganado, pero sí predestinado en Sí mismo desde antes de la fundación del mundo. Un amor que conocía nuestra naturaleza y nuestro fracaso, nuestra rebeldía y nuestra hipocresía, nuestra religiosidad y nuestra ignorancia; y aun así nos amó, nos visitó y nos sustituyó en la paga de nuestra rebeldía, librándonos de la muerte, muriendo por nosotros en la cruz.
La historia del hombre registra que cierto día, hace más de dos mil años, una cruz fue levantada a las afueras de Jerusalén, en un montículo rocoso llamado «la calavera». Allí, entre dos simples ladrones, fue crucificado Jesús, el hijo de Dios, el Salvador del mundo; y muere a las tres de la tarde del quinto día de la semana de nuestra era, devolviéndonos a los hombres la dignidad de la vida y la oportunidad de ser creados de nuevo.
Es en ese gran momento en donde, desde esa cruz, se oye el clamor más extraño para un reo moribundo: «CONSUMADO ES», todo está hecho ya. Desde ahora los hombres vuelven a tener la facultad de ser libres de nuevo, y la muerte ya no será más.
He ahí el nuevo día del hombre, el día de Cristo, el día de volver a nacer.
Felicidades en la celebración de la semana santa. Dios los bendiga.
Amén.∞