Por: Moisés Gómez.-
Estaba el otro día paseando a mi hijo en un carrito que acondicioné para poderlo jalar y en todo el tiempo que anduvimos caminando pude observar que el disfrutaba del paseo.
En ese instante me trasladé a mi niñez cuando acompañaba a mi padre en sus viajes mi-sioneros por la sierra de Guerrero y las invaluables tardes en las playas de la costa grande buscando «conchitas» —el pasatiempo de mi viejo—.
Ver a mi hijo señalando los perros, los carros y los aviones que volaban por los aires me hizo añorar mi infancia y recordar lo feliz que fui al lado de mi familia.
Y aunque no todo fue miel sobre hojuelas
—porque de vez en cuando me ganaba unas buenas nalgadas—, siempre pude ver el amor con que mis padres me criaron.
Y sé, que aún con mis ya 35 años de edad, sigo siendo el «manos mágicas» de mi mamá; el «te voy a enseñar el cielo» de mi papá; el «negro» de mi hermano mayor; el «don Mario» de la hermana Semeí; el «se le olvida» de mi abuelita Mariquita; el «me las van a pagar… “cobardas”» de mis hermanas; y otros tantos que ya mi memoria recuerda sólo de vez en cuándo.
Hoy revivo mis hazañas y glorias de la infancia viendo a mi hijo crecer. Hoy tengo una nueva oportunidad de disfrutar mi niñez, pero ahora de este lado de la orilla, siendo padre.
Disfruto mucho de mi hijo. Creo que así es Dios conmigo. ¡Me disfruta!
¡Qué difrutes de esta edición!
En Cristo.
Moisés Gómez