La iglesia presencial debe ser superior, preferible y más deseable que la iglesia virtual

Por: Luis Bernardo Gómez

Como resultado de la pandemia se ha incrementado el número de fenómenos sociales negativos; y en algunos casos, se han agudizado otros que ya estaban presentes desde antes de la misma. Tal es el caso del HIPERHOGARISMO, al cual Jordi Pigem, filósofo moderno, dice que «nos vamos olvidando del mundo natural; de ese mundo que tiene colores, sabores, olores, viento, agua, pues todo lo resolvemos desde nuestras casas, detrás de una pantalla».

Hemos pasado de ser homo sapiens (el ser pensante), a homo videns (el ser visual) y muy pronto nos convertiremos en homo absortus (el ser aislado, distraído, encandilado por las pantallas).

Lo creamos o no, dicho fenómeno se ha filtrado al corazón de muchos creyentes en Cristo. Creyentes que antes de la pandemia eran fieles congregantes de una iglesia, ahora prefieren quedarse cómodamente en sus casas para ver el culto desde un sillón, arguyendo que lo hacen por la sana distancia, cuando en realidad es una manifestación del hiperhogarismo.

Créanme cuando les digo que lo virtual es una gran herramienta de conexión, pero no de contacto y ningún creyente que ame a la esposa de Cristo, la iglesia, puede desear más a la iglesia virtual que a la iglesia presencial.

El apóstol Juan, en su segunda carta, les escribe a los creyentes congregantes [hijos] de una iglesia local a la cual llama «La señora elegida»(v.1), donde les expresa los saludos que le envían los hijos —creyentes congregantes— de su iglesia hermana —«La Elegida» (v.13)—.

La sinonimia de la palabra «elegida» es el primer argumento a favor de la Iglesia presencial, pues los sinónimos son: electo, escogido, preferido, predilecto, favorito, estimado. Por ende, entendemos que si tu iglesia ya inició cultos presenciales, debieras apropiarte de las palabras: «Yo me alegré con los que me decían, a la casa de Jehová iremos».(Sal. 12:1)

A favor de la Iglesia presencial, deseo parafrasear lo que el apóstol dice en 2ª Juan 12: «Yo he utilizado todos los medios de comunicación posibles para conectarme con la iglesia, pero he descubierto que mi gozo, respecto de la iglesia, se queda insatisfecho y que la única manera de experimentarlo al máximo es que nos veamos cara a cara».

Ya lo decía el salmista: «Mirad cuan bueno y cuan delicioso es habitar los hermanos juntos…» (Salmos 133:1)

A este concepto también los profetas se unen cuando le aseguran a la nación de Israel que cada vez que sean dispersados Dios los juntará como un solo rebaño.

Así es que deseo invitarte a tomar en cuenta estos tres principios:

  1. En la Iglesia presencial se hace posible la enseñanza que fortalece la fe. (Romanos 1:11-12)
  2. En la Iglesia presencial se hace posible el gozo completo. (Romanos 15:24)
  3. En la Iglesia presencial se hace posible el anhelo perfecto: verse cara a cara para saludar, mirar y abrazar. (3ª Juan 13-14)

Los escritores de cartas bíblicas se veían obligados a escribir porque era el único medio disponible para acortar distancias, pero en cada una de estos escritos expresaban su anhelo de estar con la iglesia (ver otros ejemplos 1ª Corintios 4:19; 16:7; Hebreos 13:23). ¡¡Y cómo no!! Si la reunión presencial de la iglesia es la mejor manifestación del cuerpo de Cristo; no dispersados, sino reunidos. ¡¡Y cómo no!! Si esta reunión presencial fue concebida en el corazón de nuestro Salvador y un día su Iglesia militante estará reunida como iglesia triunfante en el cielo: «para que donde YO estoy, vosotros también estéis”. (Juan 14:3; ref. 1ª Tesalonicenses 4:17)

‘El alejamiento de lo cercano y el acercamiento de lo lejano’

Por: Luis Bernardo Gómez

Si consideramos que la pandemia ha durado desde marzo 2020 hasta casi agosto de 2021, entonces podemos decir que la pandemia nos ha mantenido confinados por más de año y medio. Lo cual ha producido efectos y fenómenos sociales inesperados para los que no estamos preparados. 

Los pastores evangélicos, por ejemplo, estamos observando un fenómeno recurrente en la membresía de nuestras iglesias al que yo he llamado: «el alejamiento de lo cercano y el acercamiento de lo lejano». Y les explico por qué.

Lo cercano es todo aquello que nos rodea de manera inmediata. Una de estas cosas cercanas es la iglesia; nuestra familia en la fe. Pero, tras un año y medio de ausencia forzada a los cultos presenciales, hemos comenzado a ver como lejana a nuestra comunidad de fe.

Quizás tú tienes en mente o incluso lo dices con convicción o seguridad: «mi Iglesia es tal o cual», pero debes prestar atención a algunas prácticas que, si las estás realizando, son evidencia de que tú te estás alejando de lo cercano.

  1. Si como miembro no asistes a ningún culto presencial de la iglesia cuando se da la oportunidad aún teniendo todos los medios, los recursos y la salud para hacerlo.
  1. Si como miembro no te conectas a ninguna de los programas virtuales (cultos, células, conferencias, talleres, sesiones de oración, etc.), con los que tu iglesia intenta llevar el alimento espiritual a cada miembro. 
  1. Si como miembro has pasado por tiempo difíciles y, en lugar de agradecer la ofrenda de amor que la iglesia te envió y la oración con que fuiste respaldado, solo expresas amargura diciendo: «Nadie me visitó».
  1. Si como miembro has dejado de diezmar aún cuando Dios te ha bendecido con trabajo y salario durante la pandemia, faltando así a tu obediencia a Cristo y a tu compromiso con la iglesia y propiciando con ello que tu congregación pierda fuerza, potencia y efectividad.

Así que, cuando tú sientes que lo cercano está lejano, en consecuencia, sucede la otra parte del fenómeno: el acercamiento de lo lejano. Es decir, el creyente comienza ver como cercano lo que está lejano a él. Las evidencias son:

  1. Si como miembro te acercas a escuchar la predicación por internet de pastores lejanos con quienes ni siquiera tienes una relación.
  1. Si como miembro comienzas a ver programas cristianos de iglesias lejanas que ni siquiera te conocen.
  1. Si como miembro envías ofrendas a ministerios de otras partes del mundo.

Debes saber que no hay ningún problema en ser alimentado espiritualmente por la amplia gama de recursos espirituales que hallas en internet, PEEEROOO, cuando lo lejano toma prioridad en ti, y con ello abandonas a tu familia espiritual cercana, que es tu Iglesia, entonces tienes un problema que debes resolver. Tú debes tomar una decisión que cambie ese alejamiento de tu Iglesia.

Alejarse de la Iglesia local es equivalente a decirle a Jesucristo: «Te amo profundamente, pero no quiero nada con tu esposa que es la iglesia». ¡No te equivoques! Quien ama a Cristo ama a su esposa que es la iglesia.

Debes tomar en cuenta que Dios no envió la pandemia, pero sí la está aprovechando para evaluar la fuerza y el compromiso de sus hijos que un día le dijeron: «yo te seguiré pase lo que pase». Por lo tanto, este es el momento de recobrar el ánimo; de apoyar a nuestra Iglesia a pesar de todos estos problemas que nos asedian.

¡Ánimo! La iglesia está en pie de lucha. No sabes cuánta falta le haces a tu congregación. La iglesia sigue caminando y te ama; y tú le amas también. No la dejes atrás de ti. Acércate a lo cercano.

A punto de ser atropellado por el infierno

Por: Pastor Luis Bernardo Gómez

Hace algunos años mi corazón fue fuertemente impactado a través de una experiencia de peligro. Permíteme platicártela:

Estaba yo caminando por la acera lateral del mercado de mi ciudad cuando de pronto escuché tras de mí los pasos descalzos de lo que parecía ser un niño corriendo a mis espaldas. En efecto, cuando volteé hacia atrás comprobé mi suposición. Pero sucedió que este niño, con la misma velocidad que venía, se lanzó intentando cruzar la avenida llena de automóviles. Ciertamente, aunque los autos del primer carril estaban parados por un semáforo en rojo, el pequeño no recordó que en el otro sentido los autos seguían en movimiento y a gran velocidad. Mientras él cruzaba a salvo la primera mitad de la avenida, mis ojos inmediatamente se movieron al otro sentido tratando de anticipar lo que sucedería. Cuál sería mi espanto al ver un Jeep rojo avanzar a gran velocidad. Anticipé la tragedia. Casi al mismo tiempo se escuchó el ruido estruendoso de las llantas, pegadas al pavimento, tratando de aferrarse al suelo para evitar el impacto sobre el cuerpecito de aquel pequeño que seguía sin percatarse del vehículo que venía hacia él. Casi por instinto, en coro con otras cuatro mujeres que aterradas miraban la misma escena, grité tan fuerte como pude: «¡¡¡CUIDADO!!!» De alguna manera que no me explico, a no ser por la providencia de Dios, el niño pegó un salto al ver tan cerca el Jeep —que estuvo a punto de convertirse en un mensajero de la muerte—, y así llegó sano y salvo a la otra banqueta para perderse entre la gente como si nada hubiera ocurrido. Todos nos quedamos en suspenso mirando al conductor quien, meneando la cabeza, trataba de controlar el susto.

Yo seguí caminando y de pronto una pregunta se agregó a mis pensamientos: ¿Cuánta gente que conozco, hoy está en peligro de ser atropellada por el infierno? Algunos de ellos son familia, amigos, compañeros de trabajo o de deporte, vecinos incluso, y no se escucha a nadie gritándoles: «¡¡¡CUDADO!!!» 

Ya es tiempo de hablarles de Cristo. No lo pensemos mucho.

Pastor Luis Bernardo Gómez Reyes